jueves, 15 de septiembre de 2016

Venezolanos a la derecha, colombianos a la izquierda
Mario Valero Martínez

Viajar por las fronteras de Venezuela en sus lindes con Colombia después de anunciada la eliminación de algunas alambradas y la apertura parcial para la movilidad binacional nos permite confrontar, una vez más, la empobrecida realidad venezolana, al tiempo que deja al descubierto la manipulada argumentación utilizada por el gobierno nacional para decretar el cierre de los pasos fronterizos.

Al llegar a San Antonio del Táchira, punto de partida del itinerario, nos asalta la percepción de haber arribado a una pequeña ciudad, otrora comercial, transformada predominantemente en un gran estacionamiento de automóviles; en cualquier calle o terreno acondicionado para tales propósitos, se encuentran los “cuidadores de carros” que cobran la módica suma de mil bolívares al día. También se visualiza la oferta del transporte público, incluso regentado por el gobierno, dispuesto para movilizar a los pasajeros desde y en retorno a San Cristóbal.
Los viajantes convergemos en la avenida Venezuela con la mirada puesta en las travesías comerciales por La Parada, Cúcuta y sus alrededores; caminar es el único medio permitido para cruzar el borde limítrofe a través el puente Internacional Simón Bolívar. Casi al final del puente se lee en una desplegada pancarta “Gracias presidentes” junto a las imágenes de los mandatarios de ambos países. Entonces salta la enfada interrogante ¿Gracias por qué?, y se rememoran los acontecimientos de agosto de 2015 en los barrios fronterizos de Venezuela. Es la burla sin caretas. También allí se exhibe una señalética vial indicando con una flecha que los ciudadanos colombianos deben pasar por la izquierda y los venezolanos deben ir a la derecha en busca de improvisado sitio donde entregarán el inútil papel que registra la entrada al vecino país. El puente Internacional, otrora emblema de la integración y del intercambio sin distinción de nacionalidades, ahora se bifurca, simbolizando la impuesta fragmentación de la geografía intercultural. Atravesamos así la “nueva frontera” prometida.

En los recorridos por las calles de Cúcuta, la gente, calculadora en mano, compara precios, revisa las diferentes marcas de los productos; una práctica comercial casi olvidada en Venezuela. En cualquier lugar afloran con desaliento los comentarios sobre el devaluado bolívar y así se comparte entre desconocidos viajeros los lamentos nacionales en encuentros fortuitos. No faltan los establecimientos donde se venden los productos regulados en Venezuela, especialmente leche y azúcar, a precios iguales que en Colombia ¿Cómo llegaron allí? Preguntamos sin malicia, la respuesta fue el silencio total. Sin embargo el trato amable, solidario y hasta lastimero brota por todos lados. Pobres venezolanos parece fluir en el ambiente.


Al retorno se muestran los rostros de satisfactorio cansancio y con el objetivo alcanzado; los cauchos para los carros y los fardos en los hombros, el aceite, el jabón y el azúcar en el bolso. Así experimentamos un significado más de la “nueva frontera”. Cerca del puente internacional una larga fila de carretilleros ofrecen sus servicios para transportar la mercancía al otro lado, este también es el nicho emergente, la novedosa posibilidad del transporte transfronterizo.

  

Pero como se repite en el coro de la popular canción de Rubén Blades conocida como Pedro Navaja, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la viva ¡ay Dios!”. Para asombro de todos, las autoridades gubernamentales del Táchira anunciaron la venta en San Cristóbal de los productos colombianos a precios internacionales utilizando como lema central: “abastecimiento soberano con productos importados”. Esta ya es la burla sin disfraz. Además, tanto alarde con la independencia alimentaria para descubrir allí la dura realidad del promocionado Táchira potencia.

En otra Insólita argumentación los voceros gubernamentales declaran que el “abastecimiento soberano con productos importados” quiebra a los “bachaqueros”. Increíble, estos estafadores que comercian pública e ilícitamente con los productos regulados y controlados, son los que marcan el precio de competencia comercial en la oferta gubernamental. Francamente la burla total, sin antifaz y el negocio redondo para las élites de cuello rojo.

En el olvido tal vez va quedando la chapuza xenófoba desplegada en agosto de 2015 y la represión desatada en el barrio La Invasión localizado al borde del río Táchira. Ahora se ha inaugurado la “nueva frontera” prometida; otra guasa sin máscara. @mariovalerom

Nota: las fotografías pertenecen al archivo MVM 09/2016
Publicado en Diario de La Nación, San Cristóbal-Táchira, Venezuela 15/09/16


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