viernes, 16 de diciembre de 2016


La ciudad cuatricentenaria de Ramón J. Velásquez
Mario Valero Martínez / @mariovalerom

                Distorsionar la historia y desvalorizar los actores civiles con la intencionalidad de imponer la sesgada y autoritaria visión militarista ha sido el persistente empeño de quienes se han aferrado al poder político gobernante en la Venezuela del siglo XXI. La celebración de golpes de estado y la idolatría a fracasados caudillos populistas son expresiones de esas manipulaciones que tratan de por todos los medios posibles, incluyendo el currículo escolar, de borrar la civilidad y trastocar hasta la geografía cultural, desplegando esbozos panfletarios contentivos de acomodaticias consignas del poder dominante.
                Se podría afirmar sin embargo que esa intencionalidad no ha tenido el éxito deseado, la resistencia para no caer en esa trampa ideológica crece y se fortalece; no obstante, se deben seguir ampliando los espacios para rescatar la memoria histórica y reivindicar las personalidades civiles que desde sus talentosas miradas han dejado vastos aportes en la compresión de Venezuela. En este contexto celebramos los actos organizados en diferentes instituciones en torno al centenario del nacimiento del historiador tachirense Ramón J. Velásquez.
                 Su obra, extensa y fructífera se ha reseñado en estos días. En el ámbito local se ha subrayado la creación de la Biblioteca de Temas y Autores Tachirenses, reflejó del permanente vínculo con su territorio natal; pero vale la pena evocar el discurso que pronunciara con motivo de la celebración cuatricentenaria de la ciudad de San Cristóbal en 1961, valiosa disertación en la que Velásquez no sólo abordó las singulares circunstancias que dieron origen a la ciudad, también trazó un perfil histórico en diversas escalas geográficas, entretejiendo acontecimientos políticos y económicos, locales y nacionales, paisajes y lugares, afectos y cotidianidades que influyeron en la configuración del territorio y del modo de ser tachirense.
                Desde las referencias a las primeras exploraciones hispánicas en tierras andinas hasta el mandato otorgado a Juan Maldonado para “ubicar un puesto de recurso,…, un alto en el camino del Nuevo Reino de Mérida” se incluyen en una narrativa que reivindica el significado geográfico de la fundación de San Cristóbal. La ciudad señala Velásquez, “aparece desde el primer día como lo que es y ha sido siempre: un muro de comprensión para la tregua”, agregando la importancia de su marcada extensión como base territorial asociada a la conformación del Táchira. Esta perspectiva se podría interpretar como una valoración geoestratégica del acto fundacional.
                Pero no se detiene allí, extiende su perspectiva al lento y pobre crecimiento colonial para recrearse en los rasgos pobladores del territorio asignado a la ciudad y la cotidianidad emergente como sustento incipiente de la futura identidad tachirense al especular que “… por el valle hasta su límite comienza el laboreo que se extiende más tarde hacia el tobogán de las montañas, va surgiendo el hombre rural. En las calles comienza el diálogo entre caballeros de traje cuidadoso y el ejemplar rudimentario, aindiado que baja de la sierra”. En el imaginario discursivo se describe el encuentro sosegado y dicotómico de la naciente espacialidad rural y el detalle estético de la ciudad embrionaria en un paisaje donde se fusiona la naturaleza y la condición humana en la construcción de la identidad local. Dice Velásquez “los movimientos telúricos, la influencia del ambiente, trazan nuestras costumbres, definen nuestros hábitos, perfilan nuestra fisonomía y hasta nos dan el modo particular de pronunciar nuestra lengua”. Es esa mixtura que dejó profundas huellas en la configuración de una geografía cultural que define lo tachirense.
                En el discurso se hilvanan la relevancia de hechos políticos como el movimiento comunero (1781) o la presencia de Simón Bolívar en dos ocasiones por estos lares (1813 y 1820), reivindicando la participación local en esos eventos. Así se adentra en la historia y la geografía describiendo detalles cotidianos en los que no faltan las disputas locales “…que afloran como rústicas rosas de montañas en las estribaciones del alma regional”.
                Y luego, la prosperidad cafetalera tachirense y el avance cultural en las últimas décadas del siglo XIX. Las disputas provincianas, los anhelos ciudadanos en su fe por la Revolución Restauradora y las traiciones de las alianzas capitalinas; el Táchira en proceso de decadencia, reprimido y abandonado por su coterráneos que se alternan en el poder político y el inicio de un indetenible movimiento migratorio acentuado en las primeras décadas del siglo XX.  “Juan Vicente Gómez fue el epígono funeral de nuestros lares” señala Velásquez.
                Tienen espacial atención las constantes referencias al Táchira fronterizo. El relato de las familias cruzando la raya, huyendo del miedo y la represión. Pero también advierte sobre el alma fronteriza de la gente tachirense como constructora de la venezolanidad.
                En estos tiempos en que el Táchira padece la crueldad gubernamental y San Cristóbal se observa en la penumbra, bien vale releer el discurso de Ramón J. Velásquez. Aquí solo hemos apuntado algunas notas sueltas. Y como señaló el ilustre historiador: “Si alegre es el paisaje muy dura ha sido la odisea de cultivarlo, de poblarlo con el rumor del huso y el arado, de levantar la casa, de rastrear el suelo, sembrar el grano y cosechar la espiga: En tamaño ejercicio de trajines, de afanes, de esperanzas se ha conformado la escultura del pueblo tachirense: hecho a la sencillez para el afecto, tallado en el dolor para la vida”.

Nota: Este artículo fue publicado en Diario La Nación- Táchira. Venezuela el 15/12/2016



jueves, 8 de diciembre de 2016

Geografía y Literatura
Mario Valero Martínez / @mariovalerom

                El tema no es banal aunque tampoco novedoso. En los relatos relacionados con  la historia del saber geográfico son frecuentes los señalamientos que vinculan a sus originarios propósitos descriptivos con las narrativas literarias de la antigüedad griega. La poesía épica, en particular la Ilíada y la Odisea atribuidas con razonables dudas y dispares criterios a Homero, se presentan como las obras pioneras en el registro de reseñas y atributos geográficos, provenientes de los detallados periplos de los viajeros navegantes que trasmitían oralmente o posteriormente apuntaban en sus bitácoras, agregando mitos, leyendas y las contempladas panorámicas de la naturaleza. Con esta referencia simplemente queremos subrayar, el legendario entretejimiento que ha existido entre la geografía y la literatura.
                Al observar la contemporánea ampliación temática de los estudios geográficos se detectan los crecientes intereses por abordar las miradas que tienen los novelistas, cuentistas y poetas sobre los territorios reales o imaginados. Al mismo tiempo, varias tendencias abocadas a las investigaciones literarias han puesto los focos de atención en el análisis de los espacios geográficos y sus configuraciones paisajísticas. Esta interacción geográfico-literaria ha adquirido una vasta importancia académica y especialmente se explora como soporte orientador de las prácticas pedagógicas; pero también está generando fructíferos resultados más allá de los escolarizados muros, al incorporarse progresivamente en los lineamientos culturales de las gestiones territoriales.
                En ambos escenarios hoy es posible encontrar diversas instituciones que apoyan decididamente las investigaciones interdisciplinarias en dichas áreas y cada vez son más las administraciones locales o regionales que incluyen la literatura y sus derivaciones en turismo literario como parte de las estrategias para tratar de ampliar y aprovechar al máximo los espacios culturales. Quizá los ejemplos más evidentes se perciban en las crecientes ofertas que invitan a realizar los recorridos urbanos, trazando como itinerarios referenciales las visuales sobre la ciudad aportadas por los escritores en sus textos literarios. En muchos casos, esas propuestas se apoyan también en las digitalizadas cartografías elaboradas a través los sistemas de información geográfica con el propósito de proyectar, nítidamente, estos recorridos en los espacios virtuales.
                En español, con sus puntos, comas, interrogantes y puntos suspensivos, existe un fantástico abanico de obras en las que los literatos recrean los diversos escenarios geográficos, ofreciendo otras perspectivas para descifrar, comprender y explicar, por ejemplo, los paisajes, las ciudades o las cotidianidades de sus calles. Pero no ha de extrañar que en esas andanzas geográfico-literarias, tropecemos en este siglo XXI con individualidades atrapadas en alguna huella decimonónica del parroquiano ruralismo latinoamericano que, en correspondencia con la defensa de la rígida parcela disciplinar, dictamine, sentencie: eso no procede. Entonces habrá que rebelarse y continuar por los senderos exploratorios de los territorios culturales.

Publicado en Diario La Nación-Táchira-Venezuela 05/06/2015
http://www.lanacion.com.ve/columnas/opinion/geografia-y-literatura/

Posturas sin matices Mario Valero Martínez Publicado en Diario La Nación.   Táchira-Venezuela 25/05/2018 Hace unas décadas ...