Revocatorio,
allí estaremos
Mario Valero Martínez
Dividieron
la geografía humana de Venezuela entre apátridas y nacionalistas, patriotas y
realistas, derechistas e izquierdistas; hasta en las familias penetró la
fragmentación. Trazaron las zonas rojas aglutinadoras de incondicionales,
impusieron como castigo la exclusión y la persecución se convirtió en eje
central de unas prácticas políticas perversas. Trocearon el territorio para
construir los cotos cerrados de fanatizados acólitos creando espacios impenetrables
para cualquier disidente; aún retumban las pavorosas amenazas que se
proyectaban desde las llamadas esquinas calientes y los colectivos armados celebrando
sus cómplices fechorías en nombre de la revolución.
Hicieron
de la Constitución Nacional un librillo de plastilina maleable a los deseos del
Líder Supremo y sus herederos; por cierto una práctica extendida hoy en muchas
instituciones donde los estatutos y las normativas internas se interpretan y
adaptan a los intereses de caudillos menores. La institucionalidad, base
funcionamiento del sistema democrático, se fue moldeando para garantizar por
tiempo indefinido la permanencia en el poder de la casta cívico-militar bolivariana
gobernante. La autocracia se fue afianzando al tiempo que extendía sus
tentáculos
Y desde ese poder,
avasallando, reinventando falsas simbologías históricas, desdibujando la
civilidad, desvalorizando la condición ciudadana, empobreciendo cada rincón del
país, impusieron otras amorfas alegorías como etiquetas adaptables para tratar
de mantener el control de las enceguecidas masas. El poder, escribe Rafael
López Pedraza en Hermes y sus hijos, “... es el caso más extremo de la carente
imagen, en donde en lugar de imaginación lo que hay es sólo una desierta tierra
baldía”. Se podría pensar en esa desierta tierra baldía como el campo ideal en
el despliegue de esas amorfas alegorías para expandir y consolidar las
autocracias y los totalitarismos. Es la tierra baldía que dejaron quienes
anteriormente detentaron el poder, abandonando el territorio para que se
cubriera con lodos de este poder bolivariano que nos hunde en la miseria.
Se aprovecharon del fervor
popular, utilizaron la democracia como coartada, controlaron férreamente todas
las instituciones, ganaron elecciones con grosero ventajismo. Derrocharon el
inmenso ingreso petrolero, arruinaron al país, nos empobrecieron. Ahora tienen
el rechazo de la mayoría de venezolanos, aunque persisten en negar la evidente
realidad. El poder se les desvanece aun cuando tienen a su servicio el Consejo
Nacional Electoral, del Tribunal Supremo de Justicia y las ilegales cadenas de
radio y televisión para difundir temores y miedos, así como el sistema nacional
medios de comunicación controlados por el estado-gobierno, dedicados a las
amenazas y difamaciones diarias.
A pesar de toda esa truculencia el país
opositor se mantuvo, advirtiendo, aguantando el chaparrón populista y la
indignante represión. No ha sido ni será fácil, pero hoy estamos a punto de
alcanzar otro escalón para iniciar el proceso de reconfiguración de la Venezuela
que merecemos. Así lo anhelamos con urgencia la mayoría de ciudadanos. Afortunadamente
la Mesa de Unidad Democrática (MUD) dirige por el sendero adecuado, transita por
la ruta democrática, deslastrada de los chantajistas del atajo sin salida, aun
cuando en el camino encuentre obstáculos inimaginables y más represión. Con la
MUD vamos a otra prueba de fuego en la conquista de referéndum revocatorio, la
próxima meta es la recolección del 20% de firmas, allí como siempre, estaremos
defendiendo y ejerciendo nuestro derecho ciudadano.
Este
artículo fue publicado en Diario la Nación-Táchira-Venezuela el 29/09/2016
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