lunes, 3 de octubre de 2016

Revocatorio, allí estaremos
Mario Valero Martínez

      Dividieron la geografía humana de Venezuela entre apátridas y nacionalistas, patriotas y realistas, derechistas e izquierdistas; hasta en las familias penetró la fragmentación. Trazaron las zonas rojas aglutinadoras de incondicionales, impusieron como castigo la exclusión y la persecución se convirtió en eje central de unas prácticas políticas perversas. Trocearon el territorio para construir los cotos cerrados de fanatizados acólitos creando espacios impenetrables para cualquier disidente; aún retumban las pavorosas amenazas que se proyectaban desde las llamadas esquinas calientes y los colectivos armados celebrando sus cómplices fechorías en nombre de la revolución.  
           
        Hicieron de la Constitución Nacional un librillo de plastilina maleable a los deseos del Líder Supremo y sus herederos; por cierto una práctica extendida hoy en muchas instituciones donde los estatutos y las normativas internas se interpretan y adaptan a los intereses de caudillos menores. La institucionalidad, base funcionamiento del sistema democrático, se fue moldeando para garantizar por tiempo indefinido la permanencia en el poder de la casta cívico-militar bolivariana gobernante. La autocracia se fue afianzando al tiempo que extendía sus tentáculos

Y desde ese poder, avasallando, reinventando falsas simbologías históricas, desdibujando la civilidad, desvalorizando la condición ciudadana, empobreciendo cada rincón del país, impusieron otras amorfas alegorías como etiquetas adaptables para tratar de mantener el control de las enceguecidas masas. El poder, escribe Rafael López Pedraza en Hermes y sus hijos, “... es el caso más extremo de la carente imagen, en donde en lugar de imaginación lo que hay es sólo una desierta tierra baldía”. Se podría pensar en esa desierta tierra baldía como el campo ideal en el despliegue de esas amorfas alegorías para expandir y consolidar las autocracias y los totalitarismos. Es la tierra baldía que dejaron quienes anteriormente detentaron el poder, abandonando el territorio para que se cubriera con lodos de este poder bolivariano que nos hunde en la miseria.

Se aprovecharon del fervor popular, utilizaron la democracia como coartada, controlaron férreamente todas las instituciones, ganaron elecciones con grosero ventajismo. Derrocharon el inmenso ingreso petrolero, arruinaron al país, nos empobrecieron. Ahora tienen el rechazo de la mayoría de venezolanos, aunque persisten en negar la evidente realidad. El poder se les desvanece aun cuando tienen a su servicio el Consejo Nacional Electoral, del Tribunal Supremo de Justicia y las ilegales cadenas de radio y televisión para difundir temores y miedos, así como el sistema nacional medios de comunicación controlados por el estado-gobierno, dedicados a las amenazas y difamaciones diarias.  

 A pesar de toda esa truculencia el país opositor se mantuvo, advirtiendo, aguantando el chaparrón populista y la indignante represión. No ha sido ni será fácil, pero hoy estamos a punto de alcanzar otro escalón para iniciar el proceso de reconfiguración de la Venezuela que merecemos. Así lo anhelamos con urgencia la mayoría de ciudadanos. Afortunadamente la Mesa de Unidad Democrática (MUD) dirige por el sendero adecuado, transita por la ruta democrática, deslastrada de los chantajistas del atajo sin salida, aun cuando en el camino encuentre obstáculos inimaginables y más represión. Con la MUD vamos a otra prueba de fuego en la conquista de referéndum revocatorio, la próxima meta es la recolección del 20% de firmas, allí como siempre, estaremos defendiendo y ejerciendo nuestro derecho ciudadano.

Este artículo fue publicado en Diario la Nación-Táchira-Venezuela el 29/09/2016

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