jueves, 21 de julio de 2016

Las fronteras más allá de la ley (I)
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

Próximos a cumplir un año del infausto cierre de las fronteras con Colombia decretado por el gobierno de Venezuela, las contrastantes imágenes son demoledoras.  Hace once meses observábamos desde la impotencia ciudadana, la infame deportación de ciudadanos colombianos. Inolvidables aquellas panorámicas de la gente cruzando el río Táchira con sus enseres, huyendo de la tierra que una vez los acogió; las familias colombo-venezolanas fragmentadas; las casas marcadas y destruidas al estilo facha. El amargo paisaje con todas sus aristas abarrotó las redes sociales, también fue asombrosa noticia en el ámbito internacional. Los portavoces del gobierno en perversa artimaña mediática, justificaban la nefasta medida como una necesidad para controlar el contrabando y la escasez que empezaba a mostrar las enormes grietas en la cotidianidad del venezolano. La militarización desplazó a la institucionalidad civil. No faltaron quienes desde diversas posiciones aplaudieron las tenebrosas alambradas, ni los famosos analistas que en profundas recomendaciones y rocambolesca sabiduría aprobaron el cierre fronterizo.

Entonces, estos confines territoriales venezolanas se convirtieron en diabólicos espacios, ámbitos de regocijo para quienes en manipuladas investigaciones las habían calificado como fronteras calientes. Fuego e infierno del hábitat en el submundo limítrofe. A los ciudadanos fronterizos sin excepción, les estamparon el mote de “bachaqueros” y la xenofobia alcanzó simpatías inimaginables.

 De un plumazo y con vallas metálicas se pretendió borrar el paisaje geográfico de los intercambios cotidianos, la historia de las relaciones familiares, el esfuerzo del trabajo de pequeños, medianos empresarios y comerciantes. Se estigmatizó la necesidad de comprar una medicina aquí o una harina pan allá; en suma, se trastocó el modo de vida de la interculturalidad binacional para desviar la atención de lo que ya era evidente, el rotundo fracaso del modelo impuesto por la revolución bolivariana.

Con la intensidad que aumentaba la hostilidad a los habitantes en las ciudades de fronteras, se consolidaban las redes del contrabando de bienes subsidiados por el gobierno nacional y se “tecnificaba” la matraca en las trochas aparentemente clandestinas. Al mismo tiempo crecían las colas y aumentaba la escasez en todo el territorio nacional. Progresivamente se fueron reventando las costuras, aflorando verdades; la gente empezó a notar que la debacle no tenía su origen esencialmente en la frontera.

Casi un año después las mujeres en la ciudad de Ureña irrumpen en escena, transgreden una absurda medida, desafían el poder militar, lo derriban, cruzan el puente y demuestran entre muchas otras cosas, que la frontera no es el problema. Al otro lado, que también ha sido su lado, tan sólo a unos minutos, van al encuentro de anaqueles abarrotados de productos. Sólo los fanáticos, tal vez enajenados, se atreven a calificarlas de “bachaqueras” y otros lamentables epítetos y burlas que sencillamente describen a quien las utiliza.  

Once meses después del cierre fronterizo, las imágenes mediáticas en el ámbito internacional muestran las masivas movilizaciones de ciudadanos de todo el país cruzando los puentes que unen a San Antonio y Ureña con sus espacios colindantes en Colombia, Cúcuta es el emblema. Compran los productos difíciles de encontrar en Venezuela o que son muy costosos en las redes del bachaqueo nacional; adquieren lo que se necesita para tener una vida cotidiana digna. Al retornar muestran los rostros de felicidad, el agradecimiento y la satisfacción; nadie los acusa de contrabandistas. Se desdibuja la xenofobia y la civilidad impone su marca.

De pronto, muchos descubren que las fronteras entre Venezuela y Colombia son una oportunidad. Ojalá que los actores públicos y privados, las alternativas políticas democráticas, los centros de investigación de las universidades y las ONGs, no encasillen las discusiones relacionadas con la búsqueda de soluciones para estos espacios en alguna ortodoxa Ley de Fronteras. Tal vez habría que auscultar en las políticas de gestión sustentadas en el ordenamiento territorial; en próxima entrega haremos algunas consideraciones sobre este tema.

Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 21 de julio de 2016

Bufones y tartufos del siglo XXI
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

En las aventuras geográfico-literarias se encuentran atajos, parajes, lugares, sucesos y personajes que conectan con los imaginarios de las convivencias cotidianas. Las emblemáticas figuras de bufones y el Tartufo son excelentes demostraciones.

El bufón es un sujeto tragicómico polifacético, héroe, pícaro a veces, burlón, deforme, repudiado y querido. Las reseñas especializadas datan su existencia desde la antigua China a Grecia, pasando por Roma y Malasia. En el medioevo alcanzó gran notoriedad, era divertimiento de reyes, por tanto, convivía en las entrañas del poder monárquico; privilegio que le permitía ascenso social y licencia para burlarse de los “enemigos” de los soberanos. La lista de bufones es larga y hay para todos los gustos.  El Tartufo, es personaje principal en la obra teatral del mismo nombre, escrita en 1664 por el dramaturgo francés Molière. En sus escenas se describe a este sujeto como falso devoto, beato hipócrita que dispone de poder tiránico, todo lo fiscaliza, todo lo controla, criticón miserable. Es ambicioso y corrupto. Para entonces la obra fue prohibida a petición de la Compañía el Santo Sacramento, una sociedad católica fundada en 1627, argumentando que atentaba contra los valores religiosos.
           
Los bufones y tartufos no son especies en extinción, con otros atuendos aparecen en cualquier rincón del mundo. En la Venezuela del siglo XXI tienen especial protagonismo, calificándose de izquierdas cívico-militares. Al quedar fuera de escena su líder “supremo”, emergieron de las oscuras zonas del confort revolucionario para heredar el poder y las maneras de ejercerlo al peor estilo de su desaparecido protector, burlándose del ciudadano encandilado y esquilmando las fuentes de riquezas del país.
           
El bufón criollo tiene múltiple faceta y varios trajes diseñados a sus medidas. Viste de canciller y declara en escenarios internacionales que no hay crisis en Venezuela, sólo campañas difamatorias, aunque no pueden ocultar su sarcástica sonrisa frente a las cámaras. Bien trajeado de vice-presidente, previa fumata de lumpia, seguramente con encriptado iPhone7, sistema operativo iOS 10, devela que está entrando Internet y va anotando con nombre y apellido los insultos que le hace a su presidente, ese que tiene 90% de rechazo nacional. Con batola blanca y nobiliario postura la Ministra Saludable, denuncia a los venezolanos por consumir el mayor número de medicamentos per cápita en el mundo y pide el uso racional de medicamentos. Chocante desfachatez. Con indumentaria camaleónica aparece el diputado suplente salta-talanquera, mofándose de los ciudadanos que hemos validado la firma para pedir el revocatorio del mandato presidencial.  Atavío bufonesco lleva un gobernador fronterizo cuando anuncia con sorna que tiene los alimentos requeridos por la población, pero no hay como distribuirlos. La lista de estos bufones es larga y con diverso pedigrí.
           
Los tartufos nacionales cumplen variados roles. El espécimen mayor aparece a diario con el mediático mazo cavernícola en mano, amedrentando, amenazando e intimidando; lo acompaña otro diputado con impecable indumentaria de marca que insulta y miente sin pudor. Le hacen comparsa un exgobernador especialista en bolívares negros, que pide al Tribunal Supremo de  (in)Justicia la abolición de la Asamblea Nacional, electa por ciudadanos en ejercicio de sus derechos democráticos; la juez y el generalote que en truculenta tramoya prohíben la difusión de información sobre estafas alimentarias; los propietarios de empresas de maletín y el dolarizado maletín argentino de un tal Antonini; las multimillonarias estafas de los boli-burgueses petroleros; los euros desviados a la financiación del partido chavista Podemos en España.  La lista de tartufos es larga, hay para todos los gustos, colores y olores.

Bufones y tartufos se funden y conforman una camada de trúhanes revolucionarios. Tienen sus malandros actuando impunemente, como los violentos que desnudaron y humillaron a los seminaristas en la ciudad de Mérida.
En la obra teatral de Moliére, Elmira dice a su esposo Orgón, “Yo no sé qué decir. Se necesita estar muy encaprichado y ciego, dominado por Tartufo, para no admitir lo que pasa hoy en día”.  Amanecerá y veremos.

Publicado en Diario La Nación, Táchira Venezuela. 7 de julio de 2016

Indiscutibles espacios del ciudadano
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

Los derechos ciudadanos no son dádivas otorgadas por una autoridad suprema, una deidad o líder eterno. Tampoco son baratijas concebidas para adornar los marcos constitucionales. Forman parte de los permanentes logros societales que, vinculados estrechamente a los derechos humanos, implican asimismo, la búsqueda constante de la  mejor calidad de vida. Uno de los aportes significativos en los últimos tiempos se sintetiza en la propuesta que apunta a la construcción de la ciudadanía integral, entendida como el acceso armonioso, y en conjunción indisociable, de los derechos cívicos, sociales, económicos y culturales,  tal como se desprende de lo expuesto en el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), denominado La democracia en América Latina (2004).
Como bien se sabe, estas perspectivas de los derechos ciudadanos se orientan a su aplicación universal, sin embargo, también se conoce por informes bien documentados que a pesar de las conquistas y los avances mundiales, muchos países aún están en mora con su optimización, mientras que en otros se mutilan para restringir  los espacios de las libertades ciudadanas sobre todo en el campo de la acción política; en América Latina, Cuba es su máxima expresión, a partir de allí se podría elaborar una escala geográfica con la degradación progresiva de los derechos ciudadanos que ahora tiene otro destacado epicentro, la República Bolivariana de Venezuela.
La alarmante situación que padece la población venezolana en aspectos fundamentales  como la alimentación y la asistencia médico-asistencial, son muestras fehacientes del resquebrajamiento de  los derechos humanos fundamentales, aunque los voceros gubernamentales se empeñen en panfletarias disquisiciones, demostrar lo contrario. Pero los actos que atentan contra los derechos ciudadanos se amplían como manchas rojas sobre el pavimento, basta con seguir la secuencia de las decisiones “institucionales” bajo control gubernamental en torno a la petición  del referendo revocatorio presidencial, para detectar la flagrante violación de los derechos políticos.
No se trata solo de los obstáculos y mentiras que la casta gobernante ha intentado imponer como matriz de opinión en torno al proceso refrendario. Se trata de algo también muy grave que incide directamente en las libres decisiones políticas del ciudadano y tiene que ver con el chantaje de los comisarios politicastros al obligar a los funcionarios públicos a retirar la firma de la  petición del referendo, previa amenaza con destituciones de sus puestos de trabajo. Acto humillante y execrable al que se une  el uso inhumano de la bolsa de comida repartida por miembros del partido de gobierno en los nuevos muros territoriales, operando con repugnante coacción para intentar contener el apoyo mayoritario en sectores más necesitados al acto refrendario.  Y, un poco más a fondo, en los recodos de esa panorámica, hay que subrayar  el perverso desconocimiento y la exclusión de un gran número de firmantes que dieron el apoyo  al citado referéndum, sustentados en  descabellados argumentos. Sin  rubor se intenta implantar el miedo como mecanismo de inhibición y control de los habitantes en sus localidades.
Firmar, validar y revocar son decisiones personales que encajan en el ejercicio indiscutible de los derechos políticos democráticos de los ciudadanos; en lo personal las asumo también, como parte de mis deberes para tratar de contribuir a contener la destrucción y el saqueo a que ha sido sometido Venezuela por la casta revolucionaria gobernante.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 25 de junio de 2016


Geografía del hambre
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

En el año 1966 se publicó la tercera edición en español del libro Geografía del Hambre (The Geography of Hunger) escrita por el brasileño Josué De Castro. La obra tuvo un gran impacto mundial al abordar una cuestión que para entonces, como lo señaló el autor, era un tema tabú; de igual manera el texto fue un importante aporte a los estudios de la geografía humana en su versión posibilista, pero trascendiendo la predominante atención lineal de la relación hombre-naturaleza. En 1975 el mismo autor  publicó en dos tomos una versión revisada de esta temática bajo el título Geopolítica del Hambre; en esta ocasión utilizó como fundamentación una perspectiva geopolítica que definió como una disciplina científica, aunque aclarando que la asumía como “método de interpretación de los fenómenos políticos en su realidad espacial” Dejando de lado estas y otras disquisiciones, a veces contradictorias en su esencial planteamiento, en ambos textos con similar contenido, logró poner en el tapete la discusión sobre el hambre en la humanidad.  

He recordado estos libros, arrinconados en la sección de la geografía olvidada en la biblioteca personal, a propósito de las escenas que a diario se observan en la dura realidad venezolana y guardando las distancias imprescindibles con los planteamientos del autor y los contextos analizados, nos retrotrae de nuevo al tema tabú pero en la Venezuela contemporánea: el hambre.

Impensable años atrás la terrible situación venezolana en materia alimenticia. El reciente informe del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) publicado en su página web es revelador al documentar 52 saqueos y 32 intentos de saqueos en el mes de mayo y en la sumatoria de cinco meses de 2016 la cifra es de 254 eventos con estas características; igualmente se registran las 172 protestas rechazando la escasez y el desabastecimiento y en lo que va del año el OVCS  documentó 680 protestas por alimentos. Brutal  los asaltos cada vez más frecuentes a establecimientos donde se presumen depósitos de rubros alimenticios.

Inimaginable años atrás la gente sometida a la violencia de los redes “bachaqueras” por el control de los escasos productos alimenticios. Irritante la humillación con el reparto de las migajas en bolsas de mercado dejadas por la corrupta boli-burguesía revolucionaria a través de esos esperpentos denominados Comité Locales de Alimentación y Producción (CLAP) que además, como se ha denunciado en los barrios más pobres, excluyen a quienes no militen en sus filas rojas; la barbaridad no tiene límites. Entristecedor encontrar a la gente gritando en profundo desespero “queremos comida”. Nuestro drama alimenticio se agudiza y no sólo se trata del consumo diario, también de los problemas nutricionales que afloran, tal como lo señalan los expertos.

Pero esa terrible realidad socio-espacial no existe para los voceros gubernamentales, no se muestran en sus despliegues mediáticos y se encubren en falaces y rancios discursos geopolíticos en el escenario internacional. Se empeñan en presentar a Venezuela como el país de las maravillas. Por cierto, ¿quién  ha visto el rostro del viceministro de la Suprema Felicidad? ¿Padecerá las dificultades de la gente en su cotidianidad? ¿Tendrá Hambre?  La realidad de las calles es cruda, los desnuda; de la pobreza nos deslizamos al hambre.

Tal vez nos sirva como síntesis referencial lo escrito por el geógrafo Max Sorre en el prefacio del libro Geopolítica del Hambre en su edición francesa: “Los cuadros más sombríos, que sólo estábamos acostumbrados a ver en la literatura, tomaron en nuestra carne calor y realidad”.

Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 9 de junio de 2016

Paisajes de la emergencia
Mario Valero Martínez /
@mariovalerom

            Sin duda, cualquier afección que altere la salud genera inmediata preocupación en la persona o comunidad que la padece, aunque su intensidad es proporcional al tipo de padecimiento. El cáncer, por ejemplo, es una enfermedad que hace saltar los más oscuros imaginarios, la sombra de hades acecha; se transita por caminos pedregosos, o por las orillas de riesgosos acantilados. Afortunadamente, cada día se reciben alentadoras noticias sobre tratamientos exitosos que aumentan las vidas salvadas. Para muchos, la esperanza se ha hecho realidad y entonces podemos contar la historia. Los especialistas en estas materias insisten en la necesidad urgente de crear ambientes adecuados para el tratamiento, así como estimular la investigación sobre ese terrible trastorno, eso requiere sinceras y prioritarias políticas gubernamentales de inversión. En términos globales, se trata de prestar mayor atención a la Geografía de la Salud.
            Pero lo observado en Venezuela en estos años no es nada alentador cuando se describe la dramática situación que gira en torno a este doloroso padecimiento. Son frecuentes las protestas tanto de gremios de la salud como de diferentes sectores sociales, denunciando las graves insuficiencias en los diferentes niveles de atención sanitaria; en las redes sociales aumentan aceleradamente los mensajes enviados por familiares o amigos de los desesperados pacientes con cáncer en la búsqueda de algún fármaco indispensable en su tratamiento; también agobian las reseñas sobre los elevados costos de la medicación. Y, lo más doloroso, los testimonios desde las fragilidades personales relatando sus dramáticos casos y cuando se trata de niños, lastima el alma, ocasiona pesadumbre y gran irritación.
            Entonces, casi al instante, emergen las informaciones que hacen recordar los millones y millones de dólares desviados en las danzas de la corrupción bolivariana a las amuralladas cuevas de los pillos que se mueven en el sector salud, y rebotan las millonarias sumas de dinero dilapidadas en inútiles armamentos militares. De la tristeza pasamos a la indignación. Según el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo El gobierno revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela invirtió en el año 2015 la cantidad de 162 millones de dólares en compra de armas (147 millones en China; 6 millones en Estados Unidos, 5 millones e Austria y 4 millones en Holanda) y entre 1999 y 2015 gastó 5.620.000.000 millones en armamento militar. El fin de semana pasado el gobierno gastó un poco más de 20 millones de dólares en inverosímiles ejercicios militares. Las cifras no merecen más comentarios.
El cáncer es una enfermedad dura, desesperante, no espera; quienes lo padecen transitan por los paisajes de la emergencia. Nada justifica el estado en que se encuentra este y todo el sector salud, aquí también se revientan las costuras, evidenciando otro enorme fracaso gubernamental.
Entre tanto, uno de los vicepresidentes del gobierno, el profesor Aristobulo Isturiz en “magistral clase se pregunta ¿No les gusta Maduros? Y se responde: no les gusta “se lo calan”. Aquí también los comentarios sobran. Apoltronados en el poder político, apelan a panfletarias consignas socialistas para justificar la ruina y el descalabro del país. Razones sobran para no calárselo. Y sobre esas ruinas emergerá la Venezuela posible, esa esperanza no la mata un ejercicio militar de fin de semana, ni un ofensivo discurso profesoral.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 26 de mayo de 2016
http://lanacionweb.com/columnas/opinion/paisajes-de-la-emergencia?c=32135
¿Y la nueva frontera?
Mario Valero Martínez / @mariovalerom

            Desde hace varias décadas, en distintos escenarios mundiales, regionales o locales, se vienen abordando con creciente interés los temas relacionados con los territorios y los espacios fronterizos. En densos debates afloran los análisis y las heterogéneas valoraciones, expresadas en el entrecruzamiento de posturas tan disímiles como las que apuntan a destacar las emergentes y diversas funcionalidades de las fronteras impulsadas con la innovación y difusión de las tecnologías de la información y la comunicación, con el tradicionalismo geopolítico que centra su atención en la defensa y seguridad de los cerrados territorios nacionales; no faltan las dudosas y muy criticadas posiciones de origen decimonónico defensoras de las fronteras vivas y muertas. El campo especulativo se expande aunque en nuestros territorios latinoamericanos se tiene aún, como rasgo dominante, las fronteras de los militares.
            Por su impacto y evidente orientación excluyente, los cierres de fronteras, el levantamiento de  muros, vallas y demás alambradas limítrofe/fronterizas siempre han tenido un lugar especial en las mesas de discusión, con especial foco de atención en la vecindad Estados Unidos/ México, la triple valla en Ceuta y Melilla, en España; ahora se incorporan las alambradas de espino que desde 2013 se construyen en Europa para contener los desplazamientos de gentes que buscan otros refugios ante las inestabilidades, miserias y amenazas vividas en sus países de origen; y, aunque parezca inverosímil para algunos, también se incluye el caso de la República Bolivariana de Venezuela en su vecindad con Colombia.
            Las conclusiones convergen en similar lectura, todos esos artilugios no han contribuido a solucionar los problemas generados en las fronteras, muchos de los cuales forman parte de las diversas situaciones estructurales que se padecen al interior de los países. Y, como se ha demostrado fehacientemente, sólo han estimulado y consolidado las mafias de contrabando de todo tipo (personas y bienes), el terrorismo, en fin todas las distorsiones que han pretendido solucionar; con una agravante, se profundiza y estimula la xenofobia y la exclusión.
            El caso venezolano es patético. En los relatos sobre su historia geográfica, paralelo a la discusión sobre los desacuerdos limítrofes, prevalecía un discurso en cierto modo ejemplar asociado a procesos culturales de integración espontánea en ciudades y ruralidades vecinas. El Táchira debido a sus intensas redes y flujos relacionales (de todo tipo) se exhibía como arquetipo, tal vez como paradigma en cuanto al significado  inter y transfronterizo, sin dejar de indicar sus intrínsecos problemas. Con cierto orgullo andino se calificaban a estas fronteras como las más dinámicas de América Latina. Pero hoy, en la sociedad del conocimiento, en la geografía de la globalización y de las tecnologías de la información, el caso venezolano se asoma en los prototipos contemporáneos de la exclusión, la deportación, el cierre de fronteras y en los novedosos imaginarios de la xenofobia. Cómo negarlo.
            Si la situación de las fronteras de Venezuela en su vecindad con Colombia, particularmente en los municipios limítrofes del estado Táchira no fueran tan grave, se podrían calificar  de acantinfladas las posiciones y discursos de los gobiernos en sus escalas nacional y estadal. Un breve repaso. En el mes de enero del año 2015 se anunció la creación de la Zona Económica Espacial para la Frontera del estado Táchira y en un alarde de echonería el gobernador de esta entidad señaló que antes del primero de julio de ese año se iban a exportar los primeros productos del Táchira al mundo. El 19 de agosto de ese mismo año  decretaron el estado de excepción y el cierre de las fronteras. El resto del relato bien se conoce. Prometieron una nueva frontera, pero hoy los ciudadanos que habitan en esos espacios, especialmente del Táchira, sufren las amargas consecuencias del empobrecimiento, producto de la disparatada medida, al tiempo que observan en los rincones de la impotencia, el incremento del contrabando en todas sus dimensiones. Y qué decir de los maltratos y la humillación cotidiana.
            Si la coyuntura fronteriza no fuera tan ruinosa para la gente, calificaríamos las declaraciones gubernamentales de cantinfléricas. Un día informan que habrá reunión con las autoridades colombianas para tratar la reapertura de las fronteras, e inmediatamente estas los desmienten. ¿A quién pretenden engañar? 
            En un recorrido exploratorio por los municipios fronterizos leí en Ureña un graffiti que decía “por una frontera libre”, lo interprete como un clamor popular que reclama repensar la frontera en términos de gestión del territorio, ordenamiento territorial e integración. Pensé en la necesidad de rescatar el paisaje civil y las calles para los ciudadanos. Pero eso no interesa a la revolución bolivariana ni a la frontera de los militares.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 12 de mayo de 2016

Paisaje desolador
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

            La calle es algo más que un espacio público construido para el tránsito y la interconectividad, es también como la definió Erick Dardel en El Hombre y La Tierra (1952) “centro y escenario de la vida cotidiana, donde el hombre es paseante, habitante, artesano; elemento constitutivo y permanente, a veces inconsciente, de la visión del mundo, de su desamparo…” Y es que las calles forman parte de los ámbitos inmediatos de los seres humanos cuando traspasan el límite del lugar habitado, la casa. La calle se disfruta, se vive, se sufre; es el afuera de la experiencia cotidiana que contribuye a configurar las íntimas cartografías personales.   
            Tal vez esta perspectiva resulte chocante, quizás ilusoria al contrastarse con las predominantes panorámicas observadas en las calles venezolanas, una realidad cruelmente trastocada. Ya es rutinario ver en las primeras horas del día las aglomeraciones humanas atrapadas en las largas colas tratando de comprar algún necesario producto alimenticio regulado, un esencial artículo de la higiene personal o la indispensable medicina. El callejear ha perdido la emocionalidad placentera para convertirse en tortuoso recorrido de la supervivencia en el que prevalecen otros lugares referenciales conformados por supermercados, centros de abastecimientos, mercados populares, ventas callejeras improvisadas y farmacias. Emergen así, otros mapas personales del desespero para el mínimo abastecimiento, rogando siempre tener suerte y que el dinero alcance en esta agobiante inflación.
            A esto se agregan la conformación de espacios virtuales que interconectan a comunidades de intereses a través de las redes sociales para intercambiar información en tiempo real sobre puntos de venta u ofertar productos a disposición. Estos son otros mecanismos que se incorporan a las geografías personales para intentar cubrir las necesidades básicas.
            De igual manera las calles se han convertido en espacios vedados para el regocijo puesto que la violencia se extiende y restringe las movilidades. No es sólo la exposición al atraco en cualquier lugar y hora. Es también la creciente agresividad en sus múltiples expresiones; las humillantes colas, la intimidación militar en las estaciones de gasolinas, el inescrupuloso “bachaquero” de cualquier estrato social que revende y se aprovecha de las necesidades de la gente, el Tribunal Supremo de Justicia, apéndice del gobierno, con sus desvergonzadas decisiones, la prepotencia de los funcionarios públicos y las llamadas unidades de batalla del partido de gobierno que chantajean a los más humildes por una bolsa de mercado, la televisión pública con sus agresivas campañas, los insultos presidenciales en cadena nacional, sus mentiras y delirios; los que intentan imponer la violencia como salida a la crisis venezolana.
            En suma, una terrible situación vivida que se refleja en la mayoría de inquietos habitantes que exploran las calles como escenarios de inimaginables e inesperadas angustias, percibiendo un paisaje desolador.
            Y no hay que ser o parecer sesudo analista para percatarse que toda esta situación es el resultado de un modelo impuesto por una casta gubernamental, amparados en ese esperpento que denominan revolución bolivariana y socialismo del siglo XXI; dieciséis (16) años gobernando, el país en ruina y la mayoría de sus habitantes al borde del abismo.
            Sin embargo, frente al paisaje desolador siempre estará la esperanza de volver a caminar por las calles venezolanas con el goce del ciudadano, ejerciendo sus derechos y deberes.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. Mayo 2016

Posturas sin matices Mario Valero Martínez Publicado en Diario La Nación.   Táchira-Venezuela 25/05/2018 Hace unas décadas ...