Optimismo
callejero en septiembre
Mario Valero Martínez
Como
paisajes portátiles llevamos en los imaginarios esos tiempos en que callejear
por cualquier ciudad venezolana o adentrase en las profundas biodiversidades andinas, llaneras, amazónicas y caribeñas sin itinerarios preestablecidos, era
la enriquecedora aventura emprendida para escapar de las rutinas diarias. Un
placer cultural exploratorio hacia lugares desconocidos o el goce al retorno de
paisajes que una vez descubiertos, se incorporaban a los trazados de las cartografías
personales. Viajeros éramos en el país de las maravillas paisajísticas físicas
y humanas.
En
esos recorridos también se observaba un horizonte de crecientes desigualdades y
acelerados contrastes socio-espaciales de la pobreza que las irresponsables
élites político-gubernamentales apoltronadas, prepotentes, populistas y
embriagadas en el confort de la renta petrolera no quisieron abordar con
seriedad. Las grietas se ensancharon y por un rojizo barrizal se deslizaron en
montonera quienes habían intentado, cañones y fusiles de por medio, asaltar la
debilitada institucionalidad democrática en los primeros años de la década de
los 90 del siglo pasado. Desde entonces los sobresaltos impregnaron la vida
ciudadana hasta alcanzar las entrañas de la convivencia cotidiana y casi de manera
imperceptible se fueron ensombreciendo estos paisajes tropicales.
No
mintieron los protagonistas de la montonera revolucionaria. Guiados por la
voracidad de un aplaudido caudillo militar, prometieron en aterradoras
metáforas “freír cabezas en aceite”, azotar a latigazos, destruir lo
construido. Recibieron el beneplácito de otras “élites” y el plácet electoral
de una enceguecida masa aglutinadora de todos los sectores sociales; ricos y
pobres ovacionaron hasta las inverosímiles crueldades.
En
medio de otro festín petrolero venezolano, los nuevos administradores
izquierdistas bajo la sombra del caudillo militar, cumplieron sus alegóricas
amenazas, violentaron toda norma de convivencia humana al tiempo que
incrementaban las arcas de la corrupción bolivariana del siglo XXI, tal como lo
hicieron otros en el pasado siglo XX. Los oscuros nubarrones se fueron
expandiendo por todo el territorio a pesar de las advertencias de algunos
ciudadanos que fueron acusados de apátridas y otros infames calificativos.
Derrochada la riqueza y acabado el festín
petrolero, de pronto, como al despertar de un incomprensible sueño, casi todos andamos
por ahí apesadumbrados, nostálgicos, atrapados en los muros de la
supervivencia, añorando volver por aquellos paisajes, anhelando la calle sin el
nervioso paso del asalto malandro, sin la angustia laberíntica por el alimento
básico, sin el desespero mortal del medicamento no encontrado. De pronto nos
vemos por allí, en masa, cruzando las fronteras a paso presuroso, sin
intercambiar miradas ni palabras para tratar de comprar algún producto que
satisfaga cualquier necesidad fundamental; la manipulada e incomprendida
geografía limítrofe/fronteriza una vez más es tabla de salvación a pesar de las
mentiras, los abusos y exabruptos de la casta revolucionaria gobernante.
Para colmo esa progenie adoptada por el
desaparecido caudillo de Sabaneta, sin inmutarse por su profundo fracaso y
negando el empobrecimiento nacional, se considera heredera del territorio
venezolano, dueña del país arruinado, propietaria de los derechos ciudadanos y
elegida para insultar, vejar y azotar sin piedad en el paisaje humano que
devastaron.
Hoy casi todos estamos
aquí, aferrados al optimismo, intercambiando alentadoras palabras, reclamando
legítimos derechos para enrumbar al país por las sendas de la productividad, el
bienestar y el disfrute del paisaje multicolor. Esta es una de las valoraciones
que tiene la concentración nacional pautada para Caracas este primero de
septiembre de 2016. Ojalá que los hacedores de la política alternativa no se
dejen arrastrar por el verbo ofensivo y deformador; insinuar exterminar al otro
es tan lamentable y peligroso como amenazar con freír la cabeza del enemigo,
los resultados están a la vista, ejemplos de la crueldad revolucionaria sobran.
Deseamos escuchar voces
políticas orientadoras para alcanzar el progreso y la justicia social a partir
del referendo revocatorio, no la verborrea de algún resabiado militante de la
vieja guardia que, al estilo del cuestionado caudillo militar, utiliza el
lenguaje soez tal vez para endulzar oídos radicales. Todos queremos el discurso
contundente y el país necesita con urgencia la palabra diferenciadora, porque
los modos en las palabras pronunciadas también son esenciales para reconstruir
los derruidos paisajes culturales venezolanos (@mariovalerom).
Publicado en Diario La Nación.
Táchira-Venezuela 01/09/2016
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