sábado, 3 de septiembre de 2016


Optimismo callejero en septiembre
Mario Valero Martínez
            Como paisajes portátiles llevamos en los imaginarios esos tiempos en que callejear por cualquier ciudad venezolana o adentrase en las profundas biodiversidades andinas, llaneras, amazónicas y caribeñas sin itinerarios preestablecidos, era la enriquecedora aventura emprendida para escapar de las rutinas diarias. Un placer cultural exploratorio hacia lugares desconocidos o el goce al retorno de paisajes que una vez descubiertos, se incorporaban a los trazados de las cartografías personales. Viajeros éramos en el país de las maravillas paisajísticas físicas y humanas.
            
En esos recorridos también se observaba un horizonte de crecientes desigualdades y acelerados contrastes socio-espaciales de la pobreza que las irresponsables élites político-gubernamentales apoltronadas, prepotentes, populistas y embriagadas en el confort de la renta petrolera no quisieron abordar con seriedad. Las grietas se ensancharon y por un rojizo barrizal se deslizaron en montonera quienes habían intentado, cañones y fusiles de por medio, asaltar la debilitada institucionalidad democrática en los primeros años de la década de los 90 del siglo pasado. Desde entonces los sobresaltos impregnaron la vida ciudadana hasta alcanzar las entrañas de la convivencia cotidiana y casi de manera imperceptible se fueron ensombreciendo estos paisajes tropicales.
            
No mintieron los protagonistas de la montonera revolucionaria. Guiados por la voracidad de un aplaudido caudillo militar, prometieron en aterradoras metáforas “freír cabezas en aceite”, azotar a latigazos, destruir lo construido. Recibieron el beneplácito de otras “élites” y el plácet electoral de una enceguecida masa aglutinadora de todos los sectores sociales; ricos y pobres ovacionaron hasta las inverosímiles crueldades.
            En medio de otro festín petrolero venezolano, los nuevos administradores izquierdistas bajo la sombra del caudillo militar, cumplieron sus alegóricas amenazas, violentaron toda norma de convivencia humana al tiempo que incrementaban las arcas de la corrupción bolivariana del siglo XXI, tal como lo hicieron otros en el pasado siglo XX. Los oscuros nubarrones se fueron expandiendo por todo el territorio a pesar de las advertencias de algunos ciudadanos que fueron acusados de apátridas y otros infames calificativos.
            
Derrochada la riqueza y acabado el festín petrolero, de pronto, como al despertar de un incomprensible sueño, casi todos andamos por ahí apesadumbrados, nostálgicos, atrapados en los muros de la supervivencia, añorando volver por aquellos paisajes, anhelando la calle sin el nervioso paso del asalto malandro, sin la angustia laberíntica por el alimento básico, sin el desespero mortal del medicamento no encontrado. De pronto nos vemos por allí, en masa, cruzando las fronteras a paso presuroso, sin intercambiar miradas ni palabras para tratar de comprar algún producto que satisfaga cualquier necesidad fundamental; la manipulada e incomprendida geografía limítrofe/fronteriza una vez más es tabla de salvación a pesar de las mentiras, los abusos y exabruptos de la casta revolucionaria gobernante.   
             
Para colmo esa progenie adoptada por el desaparecido caudillo de Sabaneta, sin inmutarse por su profundo fracaso y negando el empobrecimiento nacional, se considera heredera del territorio venezolano, dueña del país arruinado, propietaria de los derechos ciudadanos y elegida para insultar, vejar y azotar sin piedad en el paisaje humano que devastaron.

Hoy casi todos estamos aquí, aferrados al optimismo, intercambiando alentadoras palabras, reclamando legítimos derechos para enrumbar al país por las sendas de la productividad, el bienestar y el disfrute del paisaje multicolor. Esta es una de las valoraciones que tiene la concentración nacional pautada para Caracas este primero de septiembre de 2016. Ojalá que los hacedores de la política alternativa no se dejen arrastrar por el verbo ofensivo y deformador; insinuar exterminar al otro es tan lamentable y peligroso como amenazar con freír la cabeza del enemigo, los resultados están a la vista, ejemplos de la crueldad revolucionaria sobran.  

Deseamos escuchar voces políticas orientadoras para alcanzar el progreso y la justicia social a partir del referendo revocatorio, no la verborrea de algún resabiado militante de la vieja guardia que, al estilo del cuestionado caudillo militar, utiliza el lenguaje soez tal vez para endulzar oídos radicales. Todos queremos el discurso contundente y el país necesita con urgencia la palabra diferenciadora, porque los modos en las palabras pronunciadas también son esenciales para reconstruir los derruidos paisajes culturales venezolanos (@mariovalerom).

Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela 01/09/2016


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