jueves, 4 de agosto de 2016

Las fronteras más allá de la ley (y II)
Mario Valero Martínez
            Celebramos la anunciada apertura de las fronteras con Colombia. La razón progresivamente recupera los espacios asaltados por la insensatez y en esta ocasión se debe subrayar la persistente actitud   de los actores locales, las comunidades fronterizas tachirenses, especialmente la acción vecinal del grupo de mujeres organizadas en la ciudad de Ureña que traspasó las barreras limítrofes. Posteriormente la masiva e inesperada movilización de los habitantes del entorno y otros provenientes de distintos lugares del país dejó en evidencia, tal como lo señalamos en anterior artículo publicado en esta página de opinión, que a pesar de los problemas puntuales o coyunturales, las fronteras no son esencialmente el problema. Esto no parece entenderlo la vocería gubernamental que además, en tono guasón, ha tratado de desprestigiar el desespero y las necesidades humanas.
          
               Retirar las alambradas, restablecer los intercambios y permitir las interacciones binacionales (para los contrabandistas no hubo ni hay obstáculos) es urgente aspiración de la sociedad fronteriza y lo reclaman los agentes dedicados al comercio en todas sus escalas geográficas. El cierre de fronteras fue una medida inaudita, otro fracaso de los defensores del vetusto socialismo del siglo XXI. Tal vez este este oscuro episodio sirva de incentivo para que los actores regionales y locales, la institucionalidad civil, las ONGs, los centros universitarios y la comunidad fronteriza exploren los diversos escenarios para repensar las funcionalidades de los territorios y espacios colindantes a mediano y largo plazo. El propósito apuntaría a trazar los lineamientos básicos para la configuración de la imagen fronteriza deseada.

               El punto de partida podría estar focalizado en un franco debate sobre la gestión del territorio y la organización espacial, teniendo siempre como norte la búsqueda del aprovechamiento óptimo de las oportunidades productivas, el mejoramiento de las condiciones y la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, es indispensable advertir que cualquier iniciativa en esta materia, debería abordar previamente la restitución de la institucionalidad civil disminuida en su capacidad decisoria y opacada por el desmedido control territorial otorgado a los militares, incluyendo el férreo sometimiento de los ciudadanos.  Es indispensable abordar sin prejuicios y bajo distintos parámetros, la participación del estamento militar en los territorios de fronteras de acuerdo con lo establecido en la Constitución Nacional.
            
             Se debería considerar sin pasiones patrioteras, el reconocimiento de la conformación de sociedades de fronteras compuestas por comunidades binacionales vinculadas por la historia, los intereses comunes cotidianos y los grados de parentesco familiar, que se movilizan en espacios inter-fronterizos y emergentes geografías culturales. Simultáneamente habría que plantear un intercambio de ideas orientadoras que aporten al imprescindible proceso de deconstrucción de las imágenes y simbologías identificadoras de las fronteras como espacios violentos y de predomínante riesgo y amenaza a la integridad nacional, demostrando alternativamente sus capacidades humanas y productivas. Esto no implica ocultar o negar la grave y compleja problemática generada por guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y las redes de contrabando que se expresa de manera preocupante en el reparto y control de ámbitos espaciales fronterizos, algunos considerados como verdaderos enclaves para delinquir. Este es el verdadero peligro que amenaza la integridad en todas sus dimensiones, no los ciudadanos que en sus itinerarios cotidianos cruzan los hitos rayanos con una bolsa de mercado. Toda esta situación debería tratarse con absoluta sinceridad a pesar de lo riesgoso del tema en cuestión.

      En abiertos escenarios se deberían examinar las opciones reales y posibles para el aprovechamiento óptimo de las potencialidades manifiestas y latentes en los espacios fronterizos, teniendo en cuenta las especificidades socio-territoriales, productivas, ambientales, culturales y paisajísticas. En este ámbito merecería especial atención, y particularmente en el estado Táchira, los sistemas y subsistemas urbanos en la articulación de los espacios nacionales y transfronterizos y de manera especial las ciudades limítrofes dinamizadoras de los intercambios binacionales.
             
            Habría que exigir el retorno a la descentralización administrativa para que los municipios y las entidades estadales incorporen el hecho o las situaciones fronterizas a las políticas de gestión territorial y organización espacial y deslastrase de las estrategias e imposiciones centralizadas que en muchos casos no reflejan las realidades locales, crean dualidad en la planificación, generan disputas de competencias que distorsionan, por ejemplo, las funcionalidades productivas de los espacios fronterizos.

Como se puede observar, la situación es compleja y requiere una desprejuiciada atención, sobre todo en estos momentos en que soplan inevitables vientos de cambio en Venezuela. @mariovalerom

Publicado en Diario La Nación. San Cristóbal, Táchira-Venezuela.


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