Las fronteras
más allá de la ley (y II)
Mario Valero Martínez
Celebramos
la anunciada apertura de las fronteras con Colombia. La razón progresivamente
recupera los espacios asaltados por la insensatez y en esta ocasión se debe
subrayar la persistente actitud de
los actores locales, las comunidades fronterizas tachirenses, especialmente la
acción vecinal del grupo de mujeres organizadas en la ciudad de Ureña que
traspasó las barreras limítrofes. Posteriormente la masiva e inesperada
movilización de los habitantes del entorno y otros provenientes de distintos lugares
del país dejó en evidencia, tal como lo señalamos en anterior artículo
publicado en esta página de opinión, que a pesar de los problemas puntuales o
coyunturales, las fronteras no son esencialmente el problema. Esto no parece
entenderlo la vocería gubernamental que además, en tono guasón, ha tratado de
desprestigiar el desespero y las necesidades humanas.
Retirar
las alambradas, restablecer los intercambios y permitir las interacciones binacionales
(para los contrabandistas no hubo ni hay obstáculos) es urgente aspiración de
la sociedad fronteriza y lo reclaman los agentes dedicados al comercio en todas
sus escalas geográficas. El cierre de fronteras fue una medida inaudita, otro
fracaso de los defensores del vetusto socialismo del siglo XXI. Tal vez este este
oscuro episodio sirva de incentivo para que los actores regionales y locales,
la institucionalidad civil, las ONGs, los centros universitarios y la comunidad
fronteriza exploren los diversos escenarios para repensar las funcionalidades
de los territorios y espacios colindantes a mediano y largo plazo. El propósito
apuntaría a trazar los lineamientos básicos para la configuración de la imagen
fronteriza deseada.
El punto de partida podría estar
focalizado en un franco debate sobre la gestión del territorio y la
organización espacial, teniendo siempre como norte la búsqueda del
aprovechamiento óptimo de las oportunidades productivas, el mejoramiento de las
condiciones y la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, es
indispensable advertir que cualquier iniciativa en esta materia, debería
abordar previamente la restitución de la institucionalidad civil disminuida en
su capacidad decisoria y opacada por el desmedido control territorial otorgado
a los militares, incluyendo el férreo sometimiento de los ciudadanos. Es indispensable abordar sin prejuicios y
bajo distintos parámetros, la participación del estamento militar en los
territorios de fronteras de acuerdo con lo establecido en la Constitución
Nacional.
Se
debería considerar sin pasiones patrioteras, el reconocimiento de la
conformación de sociedades de fronteras compuestas por comunidades binacionales
vinculadas por la historia, los intereses comunes cotidianos y los grados de
parentesco familiar, que se movilizan en espacios inter-fronterizos y
emergentes geografías culturales. Simultáneamente habría que plantear un
intercambio de ideas orientadoras que aporten al imprescindible proceso de
deconstrucción de las imágenes y simbologías identificadoras de las fronteras
como espacios violentos y de predomínante riesgo y amenaza a la integridad
nacional, demostrando alternativamente sus capacidades humanas y productivas.
Esto no implica ocultar o negar la grave y compleja problemática generada por
guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y las redes de contrabando que se
expresa de manera preocupante en el reparto y control de ámbitos espaciales
fronterizos, algunos considerados como verdaderos enclaves para delinquir. Este
es el verdadero peligro que amenaza la integridad en todas sus dimensiones, no
los ciudadanos que en sus itinerarios cotidianos cruzan los hitos rayanos con
una bolsa de mercado. Toda esta situación debería tratarse con absoluta
sinceridad a pesar de lo riesgoso del tema en cuestión.
En
abiertos escenarios se deberían examinar las opciones reales y posibles para el
aprovechamiento óptimo de las potencialidades manifiestas y latentes en los
espacios fronterizos, teniendo en cuenta las especificidades socio-territoriales,
productivas, ambientales, culturales y paisajísticas. En este ámbito merecería
especial atención, y particularmente en el estado Táchira, los sistemas y
subsistemas urbanos en la articulación de los espacios nacionales y
transfronterizos y de manera especial las ciudades limítrofes dinamizadoras de
los intercambios binacionales.
Habría
que exigir el retorno a la descentralización administrativa para que los
municipios y las entidades estadales incorporen el hecho o las situaciones fronterizas
a las políticas de gestión territorial y organización espacial y deslastrase de
las estrategias e imposiciones centralizadas que en muchos casos no reflejan
las realidades locales, crean dualidad en la planificación, generan disputas de
competencias que distorsionan, por ejemplo, las funcionalidades productivas de
los espacios fronterizos.
Como se puede
observar, la situación es compleja y requiere una desprejuiciada atención,
sobre todo en estos momentos en que soplan inevitables vientos de cambio en
Venezuela. @mariovalerom
Publicado en Diario La Nación. San Cristóbal,
Táchira-Venezuela.
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