Las fronteras más allá de la ley (I)
Mario
Valero Martínez
@mariovalerom
Próximos a cumplir un año del
infausto cierre de las fronteras con Colombia decretado por el gobierno de
Venezuela, las contrastantes imágenes son demoledoras. Hace once meses observábamos desde la
impotencia ciudadana, la infame deportación de ciudadanos colombianos.
Inolvidables aquellas panorámicas de la gente cruzando el río Táchira con sus
enseres, huyendo de la tierra que una vez los acogió; las familias
colombo-venezolanas fragmentadas; las casas marcadas y destruidas al estilo
facha. El amargo paisaje con todas sus aristas abarrotó las redes sociales,
también fue asombrosa noticia en el ámbito internacional. Los portavoces del
gobierno en perversa artimaña mediática, justificaban la nefasta medida como
una necesidad para controlar el contrabando y la escasez que empezaba a mostrar
las enormes grietas en la cotidianidad del venezolano. La militarización
desplazó a la institucionalidad civil. No faltaron quienes desde diversas
posiciones aplaudieron las tenebrosas alambradas, ni los famosos analistas que
en profundas recomendaciones y rocambolesca sabiduría aprobaron el cierre
fronterizo.
Entonces, estos confines
territoriales venezolanas se convirtieron en diabólicos espacios, ámbitos de
regocijo para quienes en manipuladas investigaciones las habían calificado como
fronteras calientes. Fuego e infierno del hábitat en el submundo limítrofe. A
los ciudadanos fronterizos sin excepción, les estamparon el mote de
“bachaqueros” y la xenofobia alcanzó simpatías inimaginables.
De un plumazo y con vallas metálicas se
pretendió borrar el paisaje geográfico de los intercambios cotidianos, la
historia de las relaciones familiares, el esfuerzo del trabajo de pequeños,
medianos empresarios y comerciantes. Se estigmatizó la necesidad de comprar una
medicina aquí o una harina pan allá; en suma, se trastocó el modo de vida de la
interculturalidad binacional para desviar la atención de lo que ya era evidente,
el rotundo fracaso del modelo impuesto por la revolución bolivariana.
Con la intensidad que aumentaba
la hostilidad a los habitantes en las ciudades de fronteras, se consolidaban
las redes del contrabando de bienes subsidiados por el gobierno nacional y se
“tecnificaba” la matraca en las trochas aparentemente clandestinas. Al mismo
tiempo crecían las colas y aumentaba la escasez en todo el territorio nacional.
Progresivamente se fueron reventando las costuras, aflorando verdades; la gente
empezó a notar que la debacle no tenía su origen esencialmente en la frontera.
Casi un año después las
mujeres en la ciudad de Ureña irrumpen en escena, transgreden una absurda
medida, desafían el poder militar, lo derriban, cruzan el puente y demuestran
entre muchas otras cosas, que la frontera no es el problema. Al otro lado, que
también ha sido su lado, tan sólo a unos minutos, van al encuentro de anaqueles
abarrotados de productos. Sólo los fanáticos, tal vez enajenados, se atreven a
calificarlas de “bachaqueras” y otros lamentables epítetos y burlas que
sencillamente describen a quien las utiliza.
Once meses después del
cierre fronterizo, las imágenes mediáticas en el ámbito internacional muestran
las masivas movilizaciones de ciudadanos de todo el país cruzando los puentes
que unen a San Antonio y Ureña con sus espacios colindantes en Colombia, Cúcuta
es el emblema. Compran los productos difíciles de encontrar en Venezuela o que
son muy costosos en las redes del bachaqueo nacional; adquieren lo que se
necesita para tener una vida cotidiana digna. Al retornar muestran los rostros
de felicidad, el agradecimiento y la satisfacción; nadie los acusa de
contrabandistas. Se desdibuja la xenofobia y la civilidad impone su marca.
De pronto, muchos descubren
que las fronteras entre Venezuela y Colombia son una oportunidad. Ojalá que los
actores públicos y privados, las alternativas políticas democráticas, los
centros de investigación de las universidades y las ONGs, no encasillen las
discusiones relacionadas con la búsqueda de soluciones para estos espacios en
alguna ortodoxa Ley de Fronteras. Tal vez habría que auscultar en las políticas
de gestión sustentadas en el ordenamiento territorial; en próxima entrega
haremos algunas consideraciones sobre este tema.
Publicado en Diario La Nación.
Táchira-Venezuela. 21 de julio de 2016
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