domingo, 12 de marzo de 2017

Migraciones transfronterizas
Mario Valero Martínez @mariovalerom

                Abandonar un país, emigrar, no es una decisión fácil y salvo que se tenga garantizado alguna estabilidad laboral, familiar o relacional en el lugar de destino, pero aun así, es un viaje entre incertidumbres. Las razones para tal atrevimiento tiene diversos orígenes, las guerras, la violencia en diversas partes del mundo, el hambre y por supuesto el desempleo. También hay, y cada vez en crecimiento, los que se migran por opciones en sus especializados campos de trabajo. En cualquier caso, emigrar implica la búsqueda de otra calidad de vida o sencillamente se suma a la esperanza personal o familiar de encontrar una oportunidad para vivir en mejores condiciones.
Son movimientos muy complejos y a la vez, objeto de muchas especulaciones, usos y abusos interpretativos, unos con débiles fundamentaciones esgrimen que son producto de la globalización y hasta de la modernidad, otros los utilizan para culpabilizar a los emigrantes de sus problemas nacionales, ocurre en Estados Unidos, en Europa y también en América Latina. Y hasta el significado positivo, la potencialidad de los movimientos migratorios internacionales se opaca por el fuerte discurso de movimientos políticos nacionalistas que ven en los extranjeros peligrosos enemigos, una fórmula exitosa que alimenta la xenofobia.
                Y esto tristemente también lo estamos observando en Venezuela y Colombia, ahora que los venezolanos de todos los estratos y profesiones, forzados por las actuales precarias condiciones de vida, han emprendido la búsqueda de alternativas en otros destinos cercanos o lejanos. La utilización burda y manipulada de los datos demográficos sobre las migraciones, la exacerbación de cualquier hecho delictivo y hasta la ignorancia histórica y geográfica de las fronteras han formado parte de inverosímiles discursos gubernamentales en ambos países. Pronto se olvida lo que hemos sido, lo que somos.
                Y lo que somos, Venezuela y Colombia, países vecinos de intensas movilidades e intercambios. Y lo que hemos sido, territorios alternos de salvación en la precariedad humana vecinal. Cuando se leen las declaraciones de nacionalistas colombianos sobre Venezuela, saltan en la memoria los datos censales que registraron las crecientes corrientes migratorias entre 1950 y 1981 (55% entre 1950 y 1961, 42,6 a 1971, 64,9% a 1981) que por supuesto, no incluía una masa importantes de emigrantes colombianos no registrados.
La búsqueda de empleos mejor remunerados y la ventaja cambiara bolívar/peso, entre otros factores, se cruzaban como estímulo de los flujos migratorios provenientes del vecino país, unos en dirección a zonas rurales para emplearse en las actividades agrícolas y ganaderas, otros hacia los espacios industriales del centro-norte y por supuesto a las zonas de producción petrolera. Como ejemplo señalaremos que hacia finales de la década de los 70 el salario mínimo urbano era de 900 bolívares (209 dólares) que convertidos en pesos representaba 2.4 veces más que los 5.700 pesos del salario mínimo en el vecino país (71 dólares).  Esta importante diferencia, aun recibiendo un salario menor al decretado, era una poderosa razón para cruzar las fronteras, a lo que se agregaba la crisis económica y política colombiana reflejada en el incremento de la pobreza, el desempleo y la violencia.
                Ahora los flujos se han invertido casi con las mismas argumentaciones y cuando leemos las manipuladas declaraciones del gobierno de Venezuela sobre esta materia, entonces pensamos en ese contingente de venezolanos de todas las condiciones sociales y profesionales que han tomado como destino Colombia, impulsados por la profunda crisis social y económica en nuestro país. Los boletines de migración colombiana indican que entre 2013 y 2016 ingresaron a este país 1.260.957 venezolanos y salieron 907. 642, no retronaron 353.315; al desglosar las cifras por año, se observa que en 2013 no regresaron 31.424 personas y en 2016 no lo hicieron 160.243 ciudadanos. Aunque estos datos se han utilizado en estos días para reforzar la idea del crecimiento de flujos de venezolanos al vecino país, en algunos casos acompañados de noticias que cuestionan su presencia en el mercado laboral, aún quedan muchos cabos por atar para determinar la magnitud migratoria, tanto a este como a otros destinos internacionales; lo cierto es que una inocultable realidad venezolana.
                Lo lamentable en todo caso, es el uso y abuso que se hace de los datos sobre flujos migratorios; nótese que Venezuela sigue siendo el segundo destino preferido de los colombianos aunque en proceso de disminución (en 2012 entraron 475.007 procedentes de diferentes lugares del vecino país, cifra que disminuyó en 2015 a 371.521 y 109.864 en 2016) efecto del cierre de frontera.
                Hay quienes se empeñan en ver toda esta realidad desde sus fanatismos geopolíticos gubernamentales. Tal vez deberían apreciar estas migraciones transfronterizas como potencialidades binacionales que, además, contribuiría a borrar la horrorosa tendencia xenofóbica que irresponsablemente alientan.

Este artículo fue publicado en Diario la Nación, Táchira-Venezuela el 09/03/2017.

Las imágenes que se publican en este blog pertenecen al archivo fotográfico de MVM

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