martes, 28 de febrero de 2017

La sombra avanza ¿vencerá?
Mario Valero Martínez @mariovalerom

                La visual de esa ancha calle en la mañana es deplorable. Los residuos de objetos quemados, las piedras de cualquier tamaño y la basura esparcida a largo de la vía generan la sensación de estar transitando por un campo de batalla desolado, un amanecer sin rumbo; en realidad, lo sabemos, es una infructuosa guerrita que se intenta imponer en nuestras cotidianidades. El paisaje es avasallante. En la tarde esa calle es intransitable, campeadores y gendarmes retoman sus posiciones y la cruzada se vuelca sobre el asfalto. Piedras, perdigones, gasolina y bombas lacrimógenas forman parte del arsenal en la refriega. Al atardecer los combatientes dejan sus trincheras, retirada estratégica para el reposo de contendores que se enfrentarán de nuevo en la soleada tarde del siguiente día. En la noche, ya sin faena guerrera, la oscura calle se convierte en peligroso atajo vehicular; el acceso por ejemplo, a importantes centros de salud pública y privada del entorno se torna insufrible. Eso poco importa, en la infructuosa guerrita este es un detalle nimio.
                Luego, otra tarde más de encendido combate callejero. En esta ocasión nos invade la tristeza y la impotencia al ver una pequeña parte de la fachada del recinto univertitario localizado frente al epicentro de la batalla, ardiendo en llamas; las imágenes también se muestran en las redes sociales, héroes y villanos, villanos y héroes, guerreros todos, se atribuyen culpabilidades y hazañas; pero la única verdad es que la violencia ha extendido sus tentáculos. Unas horas después la gravedad del terrorífico acto ha pasado a segundo plano, pronto será olvido; entonces nos ronda el pesimismo y sospechamos que la sombra avanza ¿Vencerá en la Casa? Por ahora ha mostrado sus intencionalidades.
                Alguna certeza hay en todo este deprimente paisaje universitario, lo que sucede en esa calle es escenario predilecto de gobiernos totalitarios y neo-dictatoriales como el existente en Venezuela, el juego violento es su fortaleza. Esto les permite desviar la mirada sobre la profunda crisis que pacemos los venezolanos y dejar de lado aspectos sustanciales como la dramática situación por las que atraviesan las instituciones universitarias, especialmente las universidades autónomas. Las injustas e insuficientes asignaciones presupuestarias que afectan su funcionamiento integral. La considerable reducción de la matrícula. Los alumnos que aún quedan en los pasillos estudiando ya no sólo con el sacrificado apoyo de sus padres, sino compartiendo esta actividad con precarios empleos. Y qué se puede agregar al maltrato en el ejercicio docente, la investigación y la extensión. Así podríamos añadir una larga lista de problemas que desnudan la actual situación; unas comunidades universitarias alejadas de los avances científicos y técnicos en la sociedad del conocimiento. La involución es enorme.
Para colmo, cada vez son más escasas las discusiones y acciones sobre estos tópicos. La creatividad y la iniciativa, el estímulo por las conquistas reivindicativas, las exigencias por un mejor presupuesto, en general la defensa de la Universidad en debate a cielo abierto se desvanecen en oscuros pasillos. Para algunos lo alternativo es decir, me voy. El abandono y el desinterés provinciano han ganado considerable terreno, tal vez se piensa en colectivo que es mejor mirar a los lados, callar, dejar hacer, dejar pasar el estéril enfrentamiento violento que por cierto está a espaldas de la atropellada vida en la ciudad.
                Pero como suele ocurrir en tiempos de crisis, siempre emerge la luz esperanzadora. Los estudiantes lo han sido en todos estos años enfrentando, sin misteriosos atuendos pero con la fuerza de sus acciones y la palabra, a un régimen depredador que ve en las universidades peligrosos enemigos. El pasado viernes 18 de febrero el estudiantado de la Universidad Central de Venezuela dio otra magnifica lección de firmeza y sabiduría al elegir contra toda amenaza judicial y política a sus representantes estudiantiles; sin antifaces desafiaron el poder establecido, confrontaron a los grupos violentos e hicieron respetar la autonomía universitaria reivindicando sus derechos y el poder del vot0.   Anhelamos que este ejemplo se extienda a todas las comunidades universitarias, y deseamos que nunca tengamos frente a nuestras miradas aulas ni bibliotecas ardiendo en llamas. Estamos a tiempo. 

Este artículo fue publicado en Diario La Nación, Táchira-Venezuela el 23/02/2017

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