La
sombra avanza ¿vencerá?
Mario Valero Martínez @mariovalerom
La
visual de esa ancha calle en la mañana es deplorable. Los residuos de objetos
quemados, las piedras de cualquier tamaño y la basura esparcida a largo de la
vía generan la sensación de estar transitando por un campo de batalla desolado,
un amanecer sin rumbo; en realidad, lo sabemos, es una infructuosa guerrita que
se intenta imponer en nuestras cotidianidades. El paisaje es avasallante. En la
tarde esa calle es intransitable, campeadores y gendarmes retoman sus
posiciones y la cruzada se vuelca sobre el asfalto. Piedras, perdigones,
gasolina y bombas lacrimógenas forman parte del arsenal en la refriega. Al
atardecer los combatientes dejan sus trincheras, retirada estratégica para el
reposo de contendores que se enfrentarán de nuevo en la soleada tarde del siguiente
día. En la noche, ya sin faena guerrera, la oscura calle se convierte en
peligroso atajo vehicular; el acceso por ejemplo, a importantes centros de
salud pública y privada del entorno se torna insufrible. Eso poco importa, en
la infructuosa guerrita este es un detalle nimio.
Luego,
otra tarde más de encendido combate callejero. En esta ocasión nos
invade la tristeza y la impotencia al ver una pequeña parte de la fachada del
recinto univertitario localizado frente al epicentro de la batalla, ardiendo en
llamas; las imágenes
también se muestran en las redes sociales, héroes y villanos, villanos y
héroes, guerreros todos, se atribuyen culpabilidades y hazañas; pero la única
verdad es que la violencia ha extendido sus tentáculos. Unas horas después la
gravedad del terrorífico acto ha pasado a segundo plano, pronto será olvido; entonces
nos ronda el pesimismo y sospechamos que la sombra avanza ¿Vencerá en la Casa?
Por ahora ha mostrado sus intencionalidades.
Alguna
certeza hay en todo este deprimente paisaje universitario, lo que sucede en esa
calle es escenario predilecto de gobiernos totalitarios y neo-dictatoriales
como el existente en Venezuela, el juego violento es su fortaleza. Esto les
permite desviar la mirada sobre la profunda crisis que pacemos los venezolanos
y dejar de lado aspectos sustanciales como la dramática situación por las que
atraviesan las instituciones universitarias, especialmente las universidades
autónomas. Las injustas e insuficientes asignaciones presupuestarias que
afectan su funcionamiento integral. La considerable reducción de la matrícula.
Los alumnos que aún quedan en los pasillos estudiando ya no sólo con el
sacrificado apoyo de sus padres, sino compartiendo esta actividad con precarios
empleos. Y qué se puede agregar al maltrato en el ejercicio docente, la
investigación y la extensión. Así podríamos añadir una larga lista de problemas
que desnudan la actual situación; unas comunidades universitarias alejadas de
los avances científicos y técnicos en la sociedad del conocimiento. La
involución es enorme.
Para colmo, cada vez son
más escasas las discusiones y acciones sobre estos tópicos. La creatividad y la
iniciativa, el estímulo por las conquistas reivindicativas, las exigencias por
un mejor presupuesto, en general la defensa de la Universidad en debate a cielo
abierto se desvanecen en oscuros pasillos. Para algunos lo alternativo es
decir, me voy. El abandono y el desinterés provinciano han ganado considerable
terreno, tal vez se piensa en colectivo que es mejor mirar a los lados, callar,
dejar hacer, dejar pasar el estéril enfrentamiento violento que por cierto está
a espaldas de la atropellada vida en la ciudad.
Pero
como suele ocurrir en tiempos de crisis, siempre emerge la luz esperanzadora. Los
estudiantes lo han sido en todos estos años enfrentando, sin misteriosos
atuendos pero con la fuerza de sus acciones y la palabra, a un régimen
depredador que ve en las universidades peligrosos enemigos. El pasado viernes
18 de febrero el estudiantado de la Universidad Central de Venezuela dio otra
magnifica lección de firmeza y sabiduría al elegir contra toda amenaza judicial
y política a sus representantes estudiantiles; sin antifaces desafiaron el
poder establecido, confrontaron a los grupos violentos e hicieron respetar la
autonomía universitaria reivindicando sus derechos y el poder del vot0. Anhelamos que este ejemplo se extienda a
todas las comunidades universitarias, y deseamos que nunca tengamos frente a
nuestras miradas aulas ni bibliotecas ardiendo en llamas. Estamos a
tiempo.
Este artículo fue publicado en Diario
La Nación, Táchira-Venezuela el 23/02/2017
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