El territorio de la Protesta
Mario Valero Martínez / @mariovalerom
Indignarse forma parte de la
naturaleza humana que inevitablemente aflora cuando se afecta algún escenario
de nuestras vidas. En el tejido social asociado a las realidades políticas,
emerge como manifestación cuestionadora de fracasados gobiernos y se rebela
como un poderoso acto para contener las tropelías y los desmanes del poder
político institucional. En determinadas
circunstancias, cuando el progreso se convierte en una quimera, la justicia
deja de ser valor esencial y se confisca la libertad, tal como viene ocurriendo
en Venezuela, con un agregado de último momento, el intento de imponer el
fraude presidencial disfrazado de Asamblea Constituyente para consolidar el
poder dictatorial de los autócratas gobernantes, entonces la protesta es una
urgencia, una necesidad manifiesta en la que convergen vastos sectores de la
sociedad que perciben el riesgo y la amenaza.
Es lo que hemos apreciado en los
rostros indignados de todas las edades que se encuentran en las calles,
respondiendo a las pacíficas protestas convocadas por una variada dirigencia
política que ha entendido el rol que deben jugar en estos tiempos de
incertidumbres. Gente que llora los 62 asesinatos del régimen, en su mayoría
jóvenes estudiantes que aspiraban un futuro alejado del hambre, la miseria y el
sometimiento. Ciudadanos reprimidos brutalmente por el único delito de ejercer
el derecho constitucional de protestar para reclamar la inaplazable
reconstrucción del país.
La indignación brota en cualquier
ámbito de la cotidianidad, en todos los rincones de la geografía venezolana y
hace lentamente publica en impensables sectores e individualidades vinculados a
la revolución bolivariana, algunos son personajes conocidos que ejercieron algún
cargo público, otros menos conocidos que se mantienen en sus atrincherados
nichos, también se agitan las aguas en los llamados dirigentes de base; en cada
caso no se duda en cuestionar la incompetencia del gobierno incluso las
críticas se extienden al mandato de Chávez y todos se objetan en tono vehemente
la imposición del fraude constituyente. Ojalá se escuche esta disidencia sin
prejuicios y se observe como posible punto de encuentro de la protesta en la
diversidad y sobre todo que no se atienda a la estigmatización y el chantaje
tan frecuente en los grupos extremistas de intensa actividad tuitera que solo
aceptan las peligrosas y aislacionistas barricadas.
De las calles van quedando esas
simbólicas y poderosas imágenes que han puesto en evidencia la escalada agresiva
del régimen; son los venezolanos protestando desde sus individualidades
perspectivas, el cuerpo desnudo frente a la tanqueta de la tiranía, el
violinista frente al pelotón de militares “patriotas”, el desesperado médico
tal vez suplicando respuesta humana al represor de turno o la mujer que no se
intimida frente al terror desplegado por grupos o colectivos de
motorizados. Por ahí también quedan las
imágenes contrapuestas, la lluvia de perdigones sobre el cuerpo, el violín roto
sobre el asfalto, la bata blanca cubriendo el rostro del gas de la bomba lacrimógena.
Nadie
ha escapado a la despiadada represión y sin embargo, todos continuamos ahí, en
ese territorio de la protesta pacífica, rehusando a vivir en una sociedad del
silencio y la precariedad, aferrados al paisaje de la esperanza.
Publicado
en Diario La Nación, Táchira-Venezuela el 01 /06/2017
Nota: Las fotografías publicadas en
este blog pertenecen al archivo MVM
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