El
fanatismo militante
Mario Valero Martínez
@mariovalerom
Una señora mayor,
traje humilde y cédula en mano espera el turno para votar en la elección del
Alcalde de la Ciudad, alguien le preguntó por quién votaría y ella en baja voz
respondió que no quería perder la pensión; en las inmediatas reacciones de
otros votantes no faltaron las recriminaciones y las acusaciones de
inconciencia. Al pasar la señora a
ejercer su derecho a elegir la esperaba el infame funcionario asignado para asistir
y controlar su voto. Quienes juzgaron a la señora seguramente les cuesta
entender algo tan simple como es su miedo a perder lo que probablemente es su
único sustento y más aún, cuando no le han presentado una propuesta alterna que
le de confianza para arriesgarse y ejercer libremente su derecho. Pero sobre
todo los inquisidores olvidan que ella no es la culpable, sino la victima del
inescrupuloso gobierno. En esta ruda realidad venezolana abunda el simplismo
descriptivo, a veces ex profeso, casi siempre inducido por el fanatismo
militante, aunque no son menos las ingenuas opiniones acusadoras.
Cerca del centro
de votación se observaba la otra humillante escena. Allí estaban instalados los
llamados puntos rojos del partido de gobierno controlando el voto con el
ultrajante carnet de la patria. No había disimulo, era la descarada humillación
convertida en práctica electorera, como tampoco lo hubo en el presidente, los
ministros, los jefes militares, los funcionarios de todo tipo, chantajeando con
las necesidades de la gente. Así transcurrió todo el día de las elecciones
municipales. Esa fue en esencia la oferta electoral del oficialismo y las
líneas programáticas de lo que serían sus gobiernos locales.
Al final de la jornada electoral en las redes sociales se
especulaba sobre ganadores y perdedores. El fanatismo militante intensificó su
actividad regodeándose en sus triunfos fraudulentos y por supuesto no faltaron
los insultos dirigidos a los derrotados. En la otra orilla los fanáticos del
abstencionismo militante entraron en la competencia tuitera y regocijándose en
la escasa participación electoral, se declaraban triunfadores; tampoco
perdieron la oportunidad para burlarse de quienes fuimos a votar y arreciaron
en sus acusaciones de colaboracionistas con el régimen, una vez más anunciaron
que ya derrocarían al gobierno.
Otros dejaron de lado la tan mentada “objetividad” para
entrar en el maniqueo juego de los números, adobados del sarcasmo para
referirse a los derrotados; estos también obviaron el contexto vivido con el
chantaje electoral. Ni una sola mención a las terribles travesías a que han sido
sometidos los ganadores que no son afectos al régimen; ni una referencia al
arrebato de competencias, al desmantelamiento de las instituciones estadales y
municipales, al sometimiento a inconstitucionales actos, a los recortes de
presupuesto, en fin larga es la lista que incluye destitución y cárcel.
A pesar de toda esa situación, de la desconfianza en el
Consejo Nacional Electoral apéndice del gobierno y de la incomprensible e
irresponsable decisión de los principales partidos de la oposición agrupados en
la Mesa de la Unidad Democrática de unirse al coro abstencionista, sigo
pensando que votar en cualquier circunstancia, incluso las más adversas y
aberrantes, es parte importante de la solución y volveré a votar contra este
régimen cada vez que hayan elecciones.
Este artículo de opinión fue
publicado en Diario La Nación. Táchira- Venezuela 14/12/2017
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