Los que se van
Mario Valero
Martínez / @mariovalerom
No hay lugar en esta desestructurada
cotidianidad venezolana donde no surja como tema de conversación recurrente, el
relato del familiar o del amigo que se fue, las noticias de los que se van y la
información de los que tienen planes de desmontar la casa para buscar otros
derroteros. En algunos ambientes se insiste en preguntar ¿Por qué no te vas? Y
casi siempre se escuchan las repuestas dudosas. No es para menos, las razones
sobran en esta dinámica hiperinflacionaria de Venezuela, certificada por los
economistas y corroborada en la diaria supervivencia.
Emigrar, como hemos insistido en
esta página de opinión, es una difícil decisión que tiene múltiples aristas y
variadas implicaciones geo-culturales, en todo caso es una determinación
personal o familiar respetable, sobre todo si creemos en la libertad de elegir
nuestros destinos. Pero observado desde
otra perspectiva, el proceso migratorio es un tema complejo que trasciende la
anécdota e incluso la barrera del dato demográfico y cuando se trata de casos
como el de Venezuela donde es evidente el acelerado incremento migratorio,
entonces se deben revisar los marcados impactos tanto en el territorio que se
deja atrás, como en los destinos finales que siempre serán geográficamente
diferenciados.
Esta
precisión tiene pertinencia porque hasta en los ámbitos académicos son
frecuentes las simplistas interpretaciones de estos desplazamientos de la
gente, reducidos a constantes relatos de los triunfadores en tiempo record y en
lejanas tierras, o por contraste, a reportajes que describen la situación de
los inmigrantes durmiendo en plazas y calles o viviendo en “solidarios” refugios.
Se
especula, todo el que emigra triunfa, sin embargo casi siempre los que se van
sin plan de ruta, y no son pocos, no tienen el éxito inmediato; o se juzgan,
casi siempre injustamente, cuando en determinadas localidades del país elegido
se advierte su inesperado crecimiento. En cualquier caso se van dejando de lado
el análisis de las causas originarias del problema -y los desplazamientos
masivos los son- es decir, se relega a segundos planos el gran fracaso
gubernamental y sobre todo su “modelo” revolucionario que empuja a la gente de
todos los sectores sociales y edades a emigrar.
Pero
hay algo muy preocupante en toda esta tragedia venezolana que está vinculado directa
o indirectamente a ese proceso migratorio, esto es la deserción en todos los
niveles educativos, y especialmente alarmante el abandono de las aulas universitarias. Lamentablemente esta grave situación no se
discute en las instituciones universitarias, imbuidas en el inmediatismo
administrativo, ni que decir en las esferas gubernamentales, cuyo interés por
Venezuela se refleja en el gran anuncio de algún reciclado viceministro de
economía al informar la instalación de una fábrica de fusiles kalashnikov en el
año 2018 ¡Vaya futuro el que se ofrece, entre fusiles rusos y aulas
abandonadas! Dura tarea que afrontar
para quienes nos quedamos y queremos contribuir con la reconstrucción de
Venezuela.
Este
artículo fue publicado en Diario La Nación Táchira-Venezuela el 30 /11/2017
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