viernes, 10 de febrero de 2017

El maltrato binacional
Mario Valero Martínez @mariovalerom

                La fotografía publicada en medios de comunicación digital no tiene desperdicio, en la imagen capturada no hay espontaneidad, es un encuadre preciso. En el fondo de la foto predomina un aviso anunciando la construcción de 240 viviendas gratis en Tibú, ciudad colombiana del fronterizo departamento Norte de Santander; en el plano principal se observa una pequeña pared en construcción sin columnas que la sostengan, sobre los bloques en obra limpia hay un recipiente que se supone contiene mezclilla de cemento; detrás de la pared posan cinco personajes vestidos con impecables camisas blancas de variado estilo, el que está en el centro es vicepresidente y candidato presidencial de Colombia, Germán Vargas Lleras, que con palustre en mano,  simula estar pegando bloques cual obrero de la construcción. La imagen sirve como claro ejemplo del malsano populismo que camina por la cordillera andina.
                La nota de prensa redactada debajo de la fotografía informa lo destacado del acto donde el vicepresidente/candidato anunció los pormenores del plan de viviendas gubernamental. Para reforzar la veracidad de la noticia se adjunta un archivo de audio que reproduce la vehemente arenga en la que se escucha al citado personaje decir que las casas son para los desplazados, “…pero que viva el Tibú, no vaya a dejar meter aquí a los venecos, no, por nada del mundo, esto no es para venecos…”. La imagen, la nota escrita y el audio con el inaceptable insulto xenófobo convergen en sospechosa intencionalidad electorera y se suma a la larga lista de maltratos binacionales especialmente dirigidos a los habitantes en sus vecindades fronterizas.
                No es secreto que en Venezuela y Colombia hay prácticas xenófobas, individuos y pequeños colectivos que idolatran sus banderas patrias y se sienten incontaminados nacionalistas, puros de sangre y territorio. Aunque esos grupos no son mayoría, en las fronteras tienen sus cofradías y de la cofradía colombiana surgió el insultante “veneco” utilizado con virulencia por el vicepresidente/candidato en Tibú; él conoce el significado del injurioso término, “venezolano coñ… madre”, también lo sabe la canciller del vecino país, no es un gentilicio como lo han señalado ambos personajes después de desatada la tormenta. Hasta esa justificación es una afrenta.
                Todo esto forma parte de las dramáticas relaciones colombo-venezolanas en las últimas décadas. Las palabras solidaridad, desarrollo humano, derechos humanos universales, cooperación, e integración se han suprimido de los glosarios gubernamentales, sustituyéndose por insultos, descalificaciones y expresiones xenofóbicas. Se impuso la geopolítica de la agresión y cada parte la utiliza en sus demenciales propósitos, unos para tratar de ocultar la quiebra de un país, otros intentando catapultar candidaturas presidenciales. En ese perverso escenario las fronteras dan rédito y los habitantes fronterizos, culpabilizados por todos los males nacionales y binacionales, son rentables. En estos contextos se inscriben las acusaciones de la casta gubernamental venezolana que sólo ve en las fronteras colombianas contrabando, narcotráfico y guerra económica, pero también la desvergonzada postura del vicepresidente de Colombia al agredir a venezolanos y colombo-venezolanos con el despectivo término.
                Qué pensará una madre que tiene dos hijos colombianos y tres venezolanos, o los que desde Bucaramanga o Bogotá se comunican con sus familiares en San Cristóbal, Valencia y Caracas o en sentido contrario.  Qué pensará María Gutiérrez, quien nos relató su travesía para una investigación sobre vendedores ambulantes, un periplo de incertidumbre migratoria, un viaje de huida: “… yo me vine viajando por Colombia, por Puerto López, llegué a Puerto Carreño, allí trabajé unos días y me dijeron que Guasdualito era muy bonito, me vine pa’ Arauca y así fui escalando, trabajando, llegué a Guasdualito, trabajé tres años y pa’que le voy a decir, trabajé vendiendo empanadas, cafecito, en una parte que llaman La Manga..., después me conseguí unas amistades y me dijeron que San Cristóbal es mejor y como puede me vine pa’ca, pa’ San Cristóbal y aquí estoy… aquí me moriré… tengo 8 hijos…ahí vivimos”
Los populistas en estos espacios binacionales también están de moda, a veces disfrazados de presidentes, vicepresidentes o candidatos presidenciales; sin escrúpulos utilizan lo que tengan a su alcance para lograr el objetivo, asaltar y mantener a toda costa el poder político. No les importa la condición humana, la inmoralidad los arropa. Aprendieron las lecciones del desaparecido Nuevo Mejor Amigo del presidente vecino. Uno los imagina sonriendo y mirando de reojo a Donald Trump con su muro fronterizo y cultivando el “intelecto” con su patético discurso. O con sus oxidados catalejos de guerra inexistente, siguiendo los pasos populistas del izquierdista Pablo Iglesias del Podemos español, o las truculentas y xenófobas hazañas del egocéntrico holandés Geert Wilders, o las chauvinistas proclamas de Marine Le Pen a quien le gusta “Alemania porque es alemana y Francia porque es francesa”. Total, todo vale en su falseada causa patriótica, pero sobre todo despreciar al otro, insultar al vecino.

Nota: este artículo fue publicado en Diario La Nación, San Cristóbal-Venezuela, el día 09/02/2017


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