jueves, 5 de abril de 2018



La ciudad

Mario Valero Martínez

Es inocultable la decadencia, pero no en sólo esta ciudad, es como una superposición de manchas que se han extendido por toda la geografía urbana venezolana, apesadumbrando la cotidianidad. El espacio construido se decolora y hasta el escaso patrimonio, esa leve huella del pasado, esa memoria que conecta con nuestras identificaciones simbólicas, se esfuma ante la indiferencia de todos; pero atención, no es actitud novedosa. En ese ambiente, el urbanita apura su paso en el desesperado hábitat de la supervivencia para ocupar un puesto en una de las largas filas de turno, donde consumirá parte de su tiempo diario, con la incerteza de saber si logrará su objetivo. Seguramente, el siguiente día será igual. Simultáneamente los espacios culturales se han reducido a su mínima expresión y la vida urbana se lentifica.

Cruzar las calles tiene otros ritmos, señalizados por esas cartografías personales que se trazan para evitar la inseguridad y evadir la violencia en todas sus modalidades. El funcionario público agrede; el inescrupuloso con arrogante tono voz sentencia, lo compras a ese precio, lo pagas en efectivo, o no te lo vendo; los motorizados vestidos de verde oliva, casco de guerra y armas largas que escoltan, probablemente a un enchufado, amedrentan y violan todas las normas de tránsito; este es nuestro espacio público asaltado y desdibujado de su naturaleza y funcionalidad. Y así van transcurriendo los días, ya literalmente en la oscurana, reforzada por esas largas interrupciones de electricidad.

La indignación brota en todos los rincones urbanos y alcanza alto grado de efervescencia cuando se despliegan la prepotencia, la opulencia de unos pocos individuos y las burlas del gobierno nacional frente a las emergencias y urgencias de la mayoría de ciudadanos. ¡Quién lo diría! Tanta vocinglería revolucionaria contra el capitalismo salvaje, para terminar imponiendo esta salvajada bolivariana.

Tal vez no todo podría estar perdido en este degradado paisaje urbano. Imaginemos por un momento que las autoridades locales, esencialmente el Alcalde y sus funcionarios debaten en medio de las profundas dificultades venezolanas, el presente y el futuro del municipio y el rescate de la ciudad más allá de la rutinaria administración de los recursos. Pensemos por unos instantes en la posibilidad de que pudieran estar analizando las estrategias culturales como centro fundamental de la gestión y la gobernanza que no se limita a la provinciana diatriba de los puntuales eventos feriales. Supongamos que están deliberando sobre el despliegue de un plan educativo fuera de los ámbitos escolares, para reconquistar la ciudadanía y la convivencia. Imaginemos que están buscando los mecanismos eficientes para combatir la corrupción y prestar la adecuada atención a los usuarios del municipio. Pensemos que buscan las estrategias eficaces para la prestación de servicios, así como un conjunto de políticas solidarias para los sectores sociales más vulnerables. Conjeturemos que están priorizando a los ciudadanos y relegando los intereses partidistas.

Entonces podríamos afirmar que esos ciudadanos que cruzan las calles en medio de aquella humillante realidad, tendrían en su municipio un espacio de sosiego y algunos destellos locales de la Venezuela posible. Sabemos que no es una fácil labor, pero, por los ciudadanos de San Cristóbal que no se han doblegado ante el chantaje y la represión del nefasto gobierno nacional, al menos merecen que lo intenten. @mariovalerom

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