jueves, 21 de julio de 2016

Paisajes de la emergencia
Mario Valero Martínez /
@mariovalerom

            Sin duda, cualquier afección que altere la salud genera inmediata preocupación en la persona o comunidad que la padece, aunque su intensidad es proporcional al tipo de padecimiento. El cáncer, por ejemplo, es una enfermedad que hace saltar los más oscuros imaginarios, la sombra de hades acecha; se transita por caminos pedregosos, o por las orillas de riesgosos acantilados. Afortunadamente, cada día se reciben alentadoras noticias sobre tratamientos exitosos que aumentan las vidas salvadas. Para muchos, la esperanza se ha hecho realidad y entonces podemos contar la historia. Los especialistas en estas materias insisten en la necesidad urgente de crear ambientes adecuados para el tratamiento, así como estimular la investigación sobre ese terrible trastorno, eso requiere sinceras y prioritarias políticas gubernamentales de inversión. En términos globales, se trata de prestar mayor atención a la Geografía de la Salud.
            Pero lo observado en Venezuela en estos años no es nada alentador cuando se describe la dramática situación que gira en torno a este doloroso padecimiento. Son frecuentes las protestas tanto de gremios de la salud como de diferentes sectores sociales, denunciando las graves insuficiencias en los diferentes niveles de atención sanitaria; en las redes sociales aumentan aceleradamente los mensajes enviados por familiares o amigos de los desesperados pacientes con cáncer en la búsqueda de algún fármaco indispensable en su tratamiento; también agobian las reseñas sobre los elevados costos de la medicación. Y, lo más doloroso, los testimonios desde las fragilidades personales relatando sus dramáticos casos y cuando se trata de niños, lastima el alma, ocasiona pesadumbre y gran irritación.
            Entonces, casi al instante, emergen las informaciones que hacen recordar los millones y millones de dólares desviados en las danzas de la corrupción bolivariana a las amuralladas cuevas de los pillos que se mueven en el sector salud, y rebotan las millonarias sumas de dinero dilapidadas en inútiles armamentos militares. De la tristeza pasamos a la indignación. Según el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo El gobierno revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela invirtió en el año 2015 la cantidad de 162 millones de dólares en compra de armas (147 millones en China; 6 millones en Estados Unidos, 5 millones e Austria y 4 millones en Holanda) y entre 1999 y 2015 gastó 5.620.000.000 millones en armamento militar. El fin de semana pasado el gobierno gastó un poco más de 20 millones de dólares en inverosímiles ejercicios militares. Las cifras no merecen más comentarios.
El cáncer es una enfermedad dura, desesperante, no espera; quienes lo padecen transitan por los paisajes de la emergencia. Nada justifica el estado en que se encuentra este y todo el sector salud, aquí también se revientan las costuras, evidenciando otro enorme fracaso gubernamental.
Entre tanto, uno de los vicepresidentes del gobierno, el profesor Aristobulo Isturiz en “magistral clase se pregunta ¿No les gusta Maduros? Y se responde: no les gusta “se lo calan”. Aquí también los comentarios sobran. Apoltronados en el poder político, apelan a panfletarias consignas socialistas para justificar la ruina y el descalabro del país. Razones sobran para no calárselo. Y sobre esas ruinas emergerá la Venezuela posible, esa esperanza no la mata un ejercicio militar de fin de semana, ni un ofensivo discurso profesoral.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 26 de mayo de 2016
http://lanacionweb.com/columnas/opinion/paisajes-de-la-emergencia?c=32135

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