Bufones
y tartufos del siglo XXI
Mario Valero Martínez
@mariovalerom
En las aventuras geográfico-literarias
se encuentran atajos, parajes, lugares, sucesos y personajes que conectan con
los imaginarios de las convivencias cotidianas. Las emblemáticas figuras de bufones
y el Tartufo son excelentes demostraciones.
El bufón es un sujeto
tragicómico polifacético, héroe, pícaro a veces, burlón, deforme, repudiado y
querido. Las reseñas especializadas datan su existencia desde la antigua China
a Grecia, pasando por Roma y Malasia. En el medioevo alcanzó gran notoriedad,
era divertimiento de reyes, por tanto, convivía en las entrañas del poder
monárquico; privilegio que le permitía ascenso social y licencia para burlarse
de los “enemigos” de los soberanos. La lista de
bufones es larga y hay para todos los gustos. El Tartufo, es personaje principal en la obra
teatral del mismo nombre, escrita en 1664 por el dramaturgo francés Molière. En
sus escenas se describe a este sujeto como falso devoto, beato hipócrita que
dispone de poder tiránico, todo lo fiscaliza, todo lo controla, criticón
miserable. Es ambicioso y corrupto. Para entonces la obra fue prohibida a
petición de la Compañía el Santo Sacramento, una sociedad católica fundada en
1627, argumentando que atentaba contra los valores religiosos.
Los bufones y tartufos no
son especies en extinción, con otros atuendos aparecen en cualquier rincón del
mundo. En la Venezuela del siglo XXI tienen especial protagonismo, calificándose
de izquierdas cívico-militares. Al quedar fuera de escena su líder “supremo”,
emergieron de las oscuras zonas del confort revolucionario para heredar el
poder y las maneras de ejercerlo al peor estilo de su desaparecido protector,
burlándose del ciudadano encandilado y esquilmando las fuentes de riquezas del
país.
El bufón criollo tiene
múltiple faceta y varios trajes diseñados a sus medidas. Viste de canciller y declara
en escenarios internacionales que no hay crisis en Venezuela, sólo campañas
difamatorias, aunque no pueden ocultar su sarcástica sonrisa frente a las
cámaras. Bien trajeado de vice-presidente, previa fumata de lumpia, seguramente
con encriptado iPhone7, sistema operativo iOS 10, devela que está entrando
Internet y va anotando con nombre y apellido los insultos que le hace a su
presidente, ese que tiene 90% de rechazo nacional. Con batola blanca y
nobiliario postura la Ministra Saludable, denuncia a los venezolanos por
consumir el mayor número de medicamentos per cápita en el mundo y pide el uso
racional de medicamentos. Chocante desfachatez. Con indumentaria camaleónica
aparece el diputado suplente salta-talanquera, mofándose de los ciudadanos que
hemos validado la firma para pedir el revocatorio del mandato
presidencial. Atavío bufonesco lleva un
gobernador fronterizo cuando anuncia con sorna que tiene los alimentos requeridos
por la población, pero no hay como distribuirlos. La lista de estos bufones es larga y con diverso pedigrí.
Los tartufos nacionales
cumplen variados roles. El espécimen mayor aparece a diario con el mediático
mazo cavernícola en mano, amedrentando, amenazando e intimidando; lo acompaña
otro diputado con impecable indumentaria de marca que insulta y miente sin
pudor. Le hacen comparsa un exgobernador especialista en bolívares negros, que
pide al Tribunal Supremo de (in)Justicia
la abolición de la Asamblea Nacional, electa por ciudadanos en ejercicio de sus
derechos democráticos; la juez y el generalote que en truculenta tramoya
prohíben la difusión de información sobre estafas alimentarias; los
propietarios de empresas de maletín y el dolarizado maletín argentino de un tal
Antonini; las multimillonarias estafas de los boli-burgueses petroleros; los euros
desviados a la financiación del partido chavista Podemos en España. La lista de
tartufos es larga, hay para todos los gustos, colores y olores.
Bufones y tartufos se
funden y conforman una camada de trúhanes revolucionarios. Tienen sus malandros
actuando impunemente, como los violentos que desnudaron y humillaron a los
seminaristas en la ciudad de Mérida.
En la obra teatral de
Moliére, Elmira dice a su esposo Orgón, “Yo no sé qué decir. Se necesita estar
muy encaprichado y ciego, dominado por Tartufo, para no admitir lo que pasa hoy
en día”. Amanecerá y veremos.
Publicado en Diario
La Nación, Táchira Venezuela. 7 de julio de 2016
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