jueves, 21 de julio de 2016

Bufones y tartufos del siglo XXI
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

En las aventuras geográfico-literarias se encuentran atajos, parajes, lugares, sucesos y personajes que conectan con los imaginarios de las convivencias cotidianas. Las emblemáticas figuras de bufones y el Tartufo son excelentes demostraciones.

El bufón es un sujeto tragicómico polifacético, héroe, pícaro a veces, burlón, deforme, repudiado y querido. Las reseñas especializadas datan su existencia desde la antigua China a Grecia, pasando por Roma y Malasia. En el medioevo alcanzó gran notoriedad, era divertimiento de reyes, por tanto, convivía en las entrañas del poder monárquico; privilegio que le permitía ascenso social y licencia para burlarse de los “enemigos” de los soberanos. La lista de bufones es larga y hay para todos los gustos.  El Tartufo, es personaje principal en la obra teatral del mismo nombre, escrita en 1664 por el dramaturgo francés Molière. En sus escenas se describe a este sujeto como falso devoto, beato hipócrita que dispone de poder tiránico, todo lo fiscaliza, todo lo controla, criticón miserable. Es ambicioso y corrupto. Para entonces la obra fue prohibida a petición de la Compañía el Santo Sacramento, una sociedad católica fundada en 1627, argumentando que atentaba contra los valores religiosos.
           
Los bufones y tartufos no son especies en extinción, con otros atuendos aparecen en cualquier rincón del mundo. En la Venezuela del siglo XXI tienen especial protagonismo, calificándose de izquierdas cívico-militares. Al quedar fuera de escena su líder “supremo”, emergieron de las oscuras zonas del confort revolucionario para heredar el poder y las maneras de ejercerlo al peor estilo de su desaparecido protector, burlándose del ciudadano encandilado y esquilmando las fuentes de riquezas del país.
           
El bufón criollo tiene múltiple faceta y varios trajes diseñados a sus medidas. Viste de canciller y declara en escenarios internacionales que no hay crisis en Venezuela, sólo campañas difamatorias, aunque no pueden ocultar su sarcástica sonrisa frente a las cámaras. Bien trajeado de vice-presidente, previa fumata de lumpia, seguramente con encriptado iPhone7, sistema operativo iOS 10, devela que está entrando Internet y va anotando con nombre y apellido los insultos que le hace a su presidente, ese que tiene 90% de rechazo nacional. Con batola blanca y nobiliario postura la Ministra Saludable, denuncia a los venezolanos por consumir el mayor número de medicamentos per cápita en el mundo y pide el uso racional de medicamentos. Chocante desfachatez. Con indumentaria camaleónica aparece el diputado suplente salta-talanquera, mofándose de los ciudadanos que hemos validado la firma para pedir el revocatorio del mandato presidencial.  Atavío bufonesco lleva un gobernador fronterizo cuando anuncia con sorna que tiene los alimentos requeridos por la población, pero no hay como distribuirlos. La lista de estos bufones es larga y con diverso pedigrí.
           
Los tartufos nacionales cumplen variados roles. El espécimen mayor aparece a diario con el mediático mazo cavernícola en mano, amedrentando, amenazando e intimidando; lo acompaña otro diputado con impecable indumentaria de marca que insulta y miente sin pudor. Le hacen comparsa un exgobernador especialista en bolívares negros, que pide al Tribunal Supremo de  (in)Justicia la abolición de la Asamblea Nacional, electa por ciudadanos en ejercicio de sus derechos democráticos; la juez y el generalote que en truculenta tramoya prohíben la difusión de información sobre estafas alimentarias; los propietarios de empresas de maletín y el dolarizado maletín argentino de un tal Antonini; las multimillonarias estafas de los boli-burgueses petroleros; los euros desviados a la financiación del partido chavista Podemos en España.  La lista de tartufos es larga, hay para todos los gustos, colores y olores.

Bufones y tartufos se funden y conforman una camada de trúhanes revolucionarios. Tienen sus malandros actuando impunemente, como los violentos que desnudaron y humillaron a los seminaristas en la ciudad de Mérida.
En la obra teatral de Moliére, Elmira dice a su esposo Orgón, “Yo no sé qué decir. Se necesita estar muy encaprichado y ciego, dominado por Tartufo, para no admitir lo que pasa hoy en día”.  Amanecerá y veremos.

Publicado en Diario La Nación, Táchira Venezuela. 7 de julio de 2016

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