jueves, 21 de julio de 2016

Indiscutibles espacios del ciudadano
Mario Valero Martínez
@mariovalerom

Los derechos ciudadanos no son dádivas otorgadas por una autoridad suprema, una deidad o líder eterno. Tampoco son baratijas concebidas para adornar los marcos constitucionales. Forman parte de los permanentes logros societales que, vinculados estrechamente a los derechos humanos, implican asimismo, la búsqueda constante de la  mejor calidad de vida. Uno de los aportes significativos en los últimos tiempos se sintetiza en la propuesta que apunta a la construcción de la ciudadanía integral, entendida como el acceso armonioso, y en conjunción indisociable, de los derechos cívicos, sociales, económicos y culturales,  tal como se desprende de lo expuesto en el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), denominado La democracia en América Latina (2004).
Como bien se sabe, estas perspectivas de los derechos ciudadanos se orientan a su aplicación universal, sin embargo, también se conoce por informes bien documentados que a pesar de las conquistas y los avances mundiales, muchos países aún están en mora con su optimización, mientras que en otros se mutilan para restringir  los espacios de las libertades ciudadanas sobre todo en el campo de la acción política; en América Latina, Cuba es su máxima expresión, a partir de allí se podría elaborar una escala geográfica con la degradación progresiva de los derechos ciudadanos que ahora tiene otro destacado epicentro, la República Bolivariana de Venezuela.
La alarmante situación que padece la población venezolana en aspectos fundamentales  como la alimentación y la asistencia médico-asistencial, son muestras fehacientes del resquebrajamiento de  los derechos humanos fundamentales, aunque los voceros gubernamentales se empeñen en panfletarias disquisiciones, demostrar lo contrario. Pero los actos que atentan contra los derechos ciudadanos se amplían como manchas rojas sobre el pavimento, basta con seguir la secuencia de las decisiones “institucionales” bajo control gubernamental en torno a la petición  del referendo revocatorio presidencial, para detectar la flagrante violación de los derechos políticos.
No se trata solo de los obstáculos y mentiras que la casta gobernante ha intentado imponer como matriz de opinión en torno al proceso refrendario. Se trata de algo también muy grave que incide directamente en las libres decisiones políticas del ciudadano y tiene que ver con el chantaje de los comisarios politicastros al obligar a los funcionarios públicos a retirar la firma de la  petición del referendo, previa amenaza con destituciones de sus puestos de trabajo. Acto humillante y execrable al que se une  el uso inhumano de la bolsa de comida repartida por miembros del partido de gobierno en los nuevos muros territoriales, operando con repugnante coacción para intentar contener el apoyo mayoritario en sectores más necesitados al acto refrendario.  Y, un poco más a fondo, en los recodos de esa panorámica, hay que subrayar  el perverso desconocimiento y la exclusión de un gran número de firmantes que dieron el apoyo  al citado referéndum, sustentados en  descabellados argumentos. Sin  rubor se intenta implantar el miedo como mecanismo de inhibición y control de los habitantes en sus localidades.
Firmar, validar y revocar son decisiones personales que encajan en el ejercicio indiscutible de los derechos políticos democráticos de los ciudadanos; en lo personal las asumo también, como parte de mis deberes para tratar de contribuir a contener la destrucción y el saqueo a que ha sido sometido Venezuela por la casta revolucionaria gobernante.
Publicado en Diario La Nación. Táchira-Venezuela. 25 de junio de 2016


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